Experiencias de la academia durante el confinamiento

Dra. Marisela Rivera Montoya

La educación como proceso de formación dista de ser estática, al enfrentarse a transformaciones que van desde cambios en los paradigmas que la rigen, hasta emergencias sanitarias como es la Covid-19. Esta situación de salud que está viviendo la población de manera global cambio los procesos formativos en los distintos ámbitos académicos, desde educación inicial, preescolar hasta el nivel superior. La experiencia de la población estudiantil caracterizada en décadas por la permanencia en aulas durante horas, docentes y estudiantes que interactúan cara a cara de forma presencial se vio trastocado de un día para otro por la pandemia de la Covid- 19; el confinamiento como consecuencia lógica del virus, donde los desafíos en la enseñanza se posicionaron en el ámbito académico.

En cada nivel educativo se han presentado problemáticas particulares, así como cada tipo de institución educativa ha sufrido efectos específicos por el confinamiento. También las experiencias de los estudiantes son distintas que las de los docentes, a las que hay que sumar las de las familias que han tenido que resolver en sus hogares la atención educativa. Por otra parte, la investigación científica ha tenido sus propias dificultades subordinadas también a factores variables.

Ante la rápida acción de prevenir la propagación del virus, el sistema educativo recurre a la búsqueda de alternativas para evitar aglomeraciones y contribuir a mantener la distancia social, la opción viable fue el uso de la tecnología e internet. Si bien es cierto, es necesario reconocer que en la actualidad la sociedad es partícipe de la era tecnológica y se tienen avances significativos en herramientas y estrategias que facilitan la enseñanza, tal es el caso de la búsqueda y socialización de información, que ya se logran visualizar en nuestros planes curriculares. Sin embargo, hasta ese momento llegar a concebir las clases virtuales no era la esencia de la planeación realizada al inicio del ciclo escolar. Por lo tanto, como docentes y responsables de la formación de los y las trabajadoras sociales ante las indicaciones de continuar con las clases se aproximaron grandes retos.

Por un lado, tenemos a docentes y estudiantes que son parte de la realidad de usar las redes sociales y sentirse identificados con los sistemas de información y comunicación agilizados por la electrónica, como lo acentuó el sociólogo Ianni (1996). Pero el reto, va más allá, se trata de integrar los contenidos temáticos en plataformas, conjugar tiempos y espacios idóneos de ambas partes, para crear un escenario lo más semejante a lo que se vivía en las aulas; imaginarlo puede resultar fácil, su complejidad se centra en la práctica.

Por otro lado, se abre un horizonte que muestra diferentes aspectos que inciden en la nueva forma de aprender. La primera, reside en la transversalidad que tiene la categoría de desigualdad en la que viven las y los estudiantes, donde enlistamos las condiciones económicas, la experiencia y conocimiento en el manejo de las plataformas, que solo son alcanzables en su totalidad por un porcentaje. La segunda, se concentra en su escenario familiar, las modificaciones internas de reorganización de los horarios, convivencias, y la permanencia casi en su totalidad al interior del hogar, son factores que confluyen para que el aprendizaje se dé de manera sustancial.

No obstante, esto no es ajeno a muchas de las situaciones personales y circunstanciales en las que los propios docentes pueden estar inmersos. En este sentido, nos situamos en una espiral dialéctica desde el aprendizaje virtual docente estudiante, donde el elemento básico es el acceso a internet.

Quizá el elemento común a los distintos aspectos señalados antes es que el cierre de las escuelas de todos los niveles a consecuencia de la necesidad de confinamiento por la pandemia de la Covid-19 generó una crisis sin precedentes que reveló que estas instituciones son fundamentales, no solamente por su papel educativo sino también por el que juegan de manera más amplia como institución social. Las escuelas, además de educar, son espacios de cuidado y socialización para la infancia y la juventud lo cual significa que tienen también un importante papel de cuidado y de responsabilidad social frente a las nuevas generaciones. Además, los tiempos que los alumnos y estudiantes pasan en las escuelas organizan la vida social. Por otra parte, hay todo un mercado relacionado con las actividades escolares, así que la escuela tiene también un peso económico, que se vio trastocado por el confinamiento.

Observamos entonces que el aparato escolar, sea cual sea su formato, orientación o nivel, es una pieza clave para el orden social, por lo que, al suspender actividades se ha generado una severa crisis general. Muchas escuelas privadas, universidades y otros negocios vinculados a la educación han quebrado, y muchos maestros y empleados han sido despedidos. La distribución de alumnos entre la educación privada en aprietos económicos por la crisis generada por el desempleo y las escuelas oficiales que continuaron con el programa establecido virtualmente utilizando alguna plataforma o redes sociales trajo consigo un desequilibró e introdujo nuevos retos en ambos espacios que pusieron aún más de manifiesto las desigualdades sociales que problematizan hasta lo imposible que muchos estudiantes puedan continuar con sus estudios por no tener acceso a los soportes tecnológicos que se han vuelto imprescindibles. La deserción escolar ha sido tan alta y el retraso general tan severo, que se ha llegado a afirmar que el desastre educativo provocado por la pandemia implicará un retroceso que podría ser de varias décadas y de varias generaciones perdidas.

 La inesperada situación de la Covid-19 se convirtió en el precedente para plantearnos algunas reflexiones de manera general: estamos preparados para hacer de la tecnología el recurso principal a la hora de enseñar, y que cada uno de los y las estudiantes propicien un conocimiento autónomo a través de los recursos digitales. Es urgente incorporar cada vez más las plataformas digitales en nuestras programaciones y planeaciones, pero cómo lograrlo ante las singularidades sociales, culturales y económicas que rodean a estudiantes. Y al regresar al aula, cuáles serán los resultados obtenidos al trabajar durante semanas en clases virtuales, y cómo aplicarán en su formación profesional las experiencias que la propia contingencia ocasionó en la modificación de sus vidas. Y para finalizar, al estar ya en las rutinas habituales con las y los estudiantes, cómo será la enseñanza y el diálogo acerca de la prevención social, después vivir esta pandemia. No cabe duda, que el regreso a las aulas traerá consigo momentos desafiantes para todas y todos los que formamos parte de la academia.

Dra. Marisela Rivera Montoya

maestra_uas@hotmail.com

  • Doctora en Trabajo Social con acentuación en sistemas de salud, por la UAS.
  • Maestría en Trabajo Social con Mención honorífica.
  • Licenciada en Trabajo Social.
  • Licenciada en Derecho.
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