Vocación docente inesperada y algunos pedagogos

Lic. Gerardo E. Herrera Alba.

“Yo no pensaba ser profesor…”.

¿Cuántas veces habremos escuchado este tipo de comentarios entre personas que comparten su experiencia en diversos oficios y que las circunstancias les llevaron a tomar un cambio de rumbo una vez inmersos o bien luego de descubrir su talento o que les agradó una actividad?

En el tema de la docencia habrá muchos casos de quienes descubrieron esta vocación en un segundo momento. El conocimiento puede estar ahí pero mire usted por dónde algunos revelamos dicho llamado como una opción “B”, ya que no vamos a negar que dar clases viene a ser, muchas veces, como un plan alternativo de lo que en algún inicio contemplamos y ¿qué decir?, cuando dicha labor es como una fuente de ingreso secundaria…  que con el paso del tiempo se vuelve imprescindible.

Si hay una vocación hacia la docencia permítanme decir que en primer lugar hay un llamado natural. Todos transmitimos algo, todos podemos enseñar y educar a alguien, así como instruir.  Existe una pedagogía natural además de una tradición oral, por decir algo y sin muchas vueltas. En este aspecto la experiencia y sabiduría oficiosas se consolidan en el tiempo.

Ahora que cuando nos especializamos o tenemos un conocimiento específico, el sólo hecho de tener esa información nos da la autoridad para enseñarlo a otras personas sin que necesariamente se requiera de un método específico. Aquí cuenta el método de quien transmite, fuera de estandarizaciones o convenciones de enseñanza. Pido perdón a los pedagogos sensatos.

Desde lo anterior, el papel del la pedagogía sería entonces el de proporcionar un mapa de propuestas históricas de los métodos de enseñanza y los acuerdos para su mejor aplicación individual, grupal o masiva. Lo que conlleva un análisis y selección de las mejores teorías que se puedan aplicar según el caso de población, es decir que no debería haber una confrontación entre la pedagogía natural y la pedagogía de carrera o profesional. Que la hay, y me explico…

A lo largo de más de veinte años de docencia me ha tocado convivir con pedagogos de carrera que consideran, que no se es buen docente si no se estudia pedagogía y hasta aquí pueden llevar cierta razón pero caer en el extremo de insinuar que, sólo quien estudia una carrera de pedagogía es apto para la enseñanza, puede ser, por lo menos chocante.  ¿A caso todos los profesores de la carrera de pedagogía o licenciatura en educación son pedagogos?

Después de encender algunas alarmas, aquí es donde retomo la idea de “vocación docente inesperada”, la que nace o surge como un talento súbito y que es de cada quién multiplicar mejorándola o mejorar multiplicándola. Luego, la pedagogía profesional es nuestra aliada y buena consejera mas no la censuradora de nuestra pedagogía natural y mucho menos la que frustre nuestro llamado hacia la transmisión del conocimiento y la formación de seres humanos. Es la que nos proporciona opciones didácticas mientras que le suministramos un sinfín de caminos para ese mapa que va confeccionando. Que dicho sea de paso, vienen a ser una síntesis consciente o no de lo mejor de quienes nos instruyeron y formaron. Con esto apoyo el hecho de la naturalidad en la transmisión del conocimiento y no descarto lo negativo que en todo caso sería experiencia que manejada de forma sensata se convierte en sabiduría.

La clase de matemáticas –de quien sabe la materia- puede ser efectiva en la medida de su conocimiento, creatividad y vocación a la docencia.

La clase de matemáticas –de quien sabe la materia- con una buena didáctica (pedagogía) es doblemente efectiva en la medida de su conocimiento, creatividad y vocación a la docencia.

La clase de matemáticas impartida por un pedagogo que puede saber poco o nada de la materia se le llama improvisación del conocimiento.


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