Un relato de hechos

Lic. Gerardo Espartaco Herrera Alba.

A manera de advertencia: Con base en un hecho de la vida real académica, la siguiente narración contiene un ligero grado de ironía y como es de suponer, los nombres que se proporcionan no son los verdaderos pero sí son reales y me explico… pueden ser los nombres de cualquiera de los estudiantes o docentes de ayer, de hoy y probablemente de mañana. Usted notará una semejanza con algo que todos hemos vivido alguna vez y se puede ser cualquier personaje. Sólo hay que buscar las diferencias con la actualidad como si estuviéramos observando dos cuadros que aparentemente son los mismos.

La maestra Helena se dispuso –porque disponible ya estaba- a ir al salón de ese grupo que todos los demás profesores consideran el conflictivo, ése que al salir de con ellos, no se sabe si uno está en el oficio adecuado y que cuando te encuentras con algún compañero que sale, deseas ser tú el que va saliendo y no el que va entrando.

Trascurría el módulo, área de contenido o mejor dicho, la clase, cuando una de las prefectas de la escuela pidió autorización para recoger a los preparatorianos unas circulares firmadas, mismas que deberían entregar con la copia de la identificación de la madre o tutor firmante, cuyo acopio recaía en la jefa de grupo y hasta aquí nada raro. Como la profesora Helena tiene por costumbre apoyar en estas diligencias con ordenamientos que aceleran y sistematizan dichas actividades, se orientó a hacer lo propio y con mayor avidez, tratándose de un grupo dado al desorden.

Cuando la profe se dio cuenta que algunos de los peques no habían seguido las instrucciones de la prefecta y que entregaban el recorte de la copia de la identificación adherida a la circular con pegamento -pasmoso contrasentido-; les corrigió, pidió que resolvieran la entrega e instó a engrapar las hojas, pero Roberto entrega las hojas delicadamente al revés y cuando la “exagerada” de Helena le ordena desengrapar, el púber comienza a hacerlo con lentitud, desgano y claro que con delicadeza, pero al ver que éste rezagaba, le pide que lo deje y que se lo devuelva como está. Roberto no obedece y la seño Helena pierde la paciencia al ver la actitud de pereza y luego de no menos de siete veces que le repite la orden. Respuesta: “voy… voy… voy… “.

La maestra le llama la atención a Roberto en tono de regaño y de paso al grupo en general, diciendo frases como las siguientes: “¿Dónde está su sentido común?”, “¡lo peor con que se puede encontrar un empleador es con gente que no sabe seguir instrucciones!”, “¡una cosa es que no entiendas algo y otra es que seas necio!”, “¡así, yo no te contrato; así, no hay oportunidades; así, no te doy una beca!”.

Después de lo anterior, yéndose la prefecta y con un silencio que era tal vez de esperar, se dirigió al escritorio para continuar con una lectura que días antes les había gustado, <<La guerra y la paz>>“¡Esto es lo que les hace falta!”, dijo mientras alzaba a la vista el libro de Tólstoi, ¡refiriéndose a la lectura, claro está!

Estaba por recomenzar la clase cuando Violeta -una de las pocas alumnas aplicadas-, pide intervenir para señalar el modo de llamar la atención de la maestra, aduciendo cierta humillación hacia su compañero, a lo que la docente reaccionó preguntando al alumno si se había sentido humillado; contestando él, que no. Momento que la mayoría del grupo no quiso dejar pasar mostrando inconformidad, una vez que ya tenían motivo y tema o un tema motivado. Esta renuencia general no la sorprendió, lo que sí, la intervención de una Violeta notablemente descompuesta, que por lo regular se mantenía callada, poco participativa y respetuosa de los métodos de la maestra.

Ante la inconformidad del grupo, con la idea de poner el ejemplo se apresuró a ofrecer una disculpa al joven, subrayando que la forma tal vez no había sido la adecuada pero que no quitaba el fondo de su mensaje, digamos también que no le daba la gana explicar demás. Una voz consciente se levantó en la persona de la jefa de grupo que le dio la razón, pero Helenita le impidió continuar para evitarle animadversión de gran parte de sus compañeros. Optó por explicarles su propio comportamiento pero las voces que cada vez crecían no le permitían expresar el por qué de su molestia ni el alumno en cuestión dijo algo. Como es de esperar los más indisciplinados alteraban más el orden y subían el tono, alegando cosas como que ellos se merecían el regaño más que Roberto ya que no hacía nada y era tranquilo. Lo cuál era cierto, sobre todo aquello de que “no hacía nada”.

La disculpa no fue suficiente para los aspirantes a la sublevación y entonces la enseñante decidió continuar con el debate recordándoles lo paciente y flexible que había sido con ellos en múltiples ocasiones y se atrevió a mostrarle a Violeta su falta de congruencia al no esperar a otro momento e indicar de otro modo su descontento. “Tú podrías haberme dado una lección y yo la habría aceptado, te hubiera dado la razón, no tengo inconveniente ni tapujos para aceptar algún error y dar explicaciones porque yo debo dar el ejemplo”, pero Violeta ya en plan envalentonado y evidenciada replicó diciendo: “¡Pues usted lo hizo!”… “¿Entonces qué, se trata de venganzas de unos contra otros?”, le hizo notar la ‘Miss’… y se escuchó una mayoría afirmativa y retadora.

Al ver que no aceptarían una lección en ese momento, decidió calmar los ánimos, ya que experiencia tenía, no sin antes aprovechar para sacar a la luz el tema de la tolerancia y hacerles pensar que todos nos equivocamos, pero había quedado ya en el grupo una inclinación reactiva a negar de facto lo que les proponía, parecía que la generalidad había gustado de la querella, mientras tanto unos callaban con cierta impresión o miedo y otros como Betito, miraban al horizonte.

Helena dio por terminada la clase e hizo lo posible para que el grupo se quedara tranquilo, le pidió unos minutos a Violeta fuera del aula pero la alumna no dio trazas de querer estar bien, mostrándose rencorosa y con nuevas críticas a sus métodos. Recordó entonces que días antes le había pedido su opinión acerca de algo pero la adolescente no escuchó lo que quería escuchar de la profesora.  Al intuir la posible causa su reciente actitud, la maestra se retiró diciéndole: “No todo el que te dice lo que no quieres escuchar está en tu contra”.

Encuentre la diferencia.


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