Repensar la enseñanza: Historias que fortalecen ante el regreso a la presencialidad

Mtro. Ricardo Espinosa Rodríguez

El regreso a la las clases presenciales con la totalidad de los alumnos es una realidad para el próximo Agosto.  El pulso que tiene la autoridad educativa de la realidad que viven las escuelas lleva a la decisión –acertada por cierto- de esta nueva condición. 

Estos últimos tres años han sido  de aprendizajes para la parte docente en donde se ha  fortalecido el precepto de que “la enseñanza solo es eficiente  con la cercanía y la proximidad  con sus alumnos”

La educación a distancia primero y semipresencial después han puesto de manifiesto que la mayoría de los docentes busco alternativas diferentes, creativas  e innovadoras para que pudieran darse los aprendizajes con sus alumnos, incluso docentes a quienes se les dificultaba el uso de la tecnología y sus múltiples recursos, tuvieron que alfabetizarse en ese ámbito.

La parte  directiva también tuvo que hacer lo propio en el sentido de dar acompañamiento y seguimiento de las acciones docentes de tal manera que  la adquisición de los aprendizajes esperados fueran promovidos y alcanzados de la manera más pertinente y adecuada a las circunstancias que  la realidad  estaba presentando.

Incluso para esta actividad directiva exigió la alfabetización digital, echar mano de la creatividad e innovación para que esta parte del proceso educativo tan importante, no se  perdiera. 

Por otra parte, desde la educación a la distancia, semipresencial o presencial alternada, se dieron indicios de que los alumnos estaban atravesando por situaciones delicadas con distinta gradualidad en diferentes ámbitos, social, económico, familiar, laboral, y que los  alumnos daban cuenta a los docentes  de ellas. 

Algunas de estas, el dolor por la pérdida de un familiar querido, otras por el dolor y desgaste inherente a salvaguardar la vida de quien estaba con el padecimiento provocado por el SARS-CoV-2, y las más de las veces derivado de las condiciones económicas precarias por la falta de empleo o ingresos de los padres o tutores de nuestros estudiantes.

Este último actor educativo el padre de familia, no deja de ser una pieza clave en los procesos formativos de nuestros alumnos en cualquier nivel de educación básica.  Sin embargo, se tiene la percepción de que es el último en saberlo por el desapego que tiene con las actividades escolares de sus hijos e hijas. De hecho, esta condición no es nueva, pero se hizo más evidente con las diferentes modalidades de trabajo en los últimos tres años.  

Las escuelas hacen esfuerzos para promover la participación de los padres de familia, para la integración a las actividades, y estas quedan consignadas en las diferentes modalidades de planeaciones institucionales, desde luego también en la vigente, es decir el programa escolar de mejora continua.

En la realidad escolar, estos esfuerzos no han tenido el éxito esperado, dada la afluencia mínima de padres de familia para el seguimiento académico, socioemocional o conductual de sus menores hijos. 

Y esta tendencia continuo, en los dos años de confinamiento, y  en este último año tambien, a pesar de haberse dado el privilegiado uso de la virtualidad que tiene como ventaja indiscutible el de superar las barreras de la distancia y del tiempo.

Si bien es cierto que, en nuestras escuelas públicas los padres de familia de nuestros alumnos carecen de estabilidad laboral, de un empleo estable que  garantice la provisión para la atención de las necesidades primarias, no  es una condicionante para no asumir la responsabilidad  que tiene  para formar a los nuevos ciudadanos.   

Cambiar la perspectiva del padre de familia es complejo sobre todo en esta rueda infinita del consumismo. Si bien la corresponsabilidad educativa esta consignada en el texto constitucional no ha sido suficiente para que los progenitores de nuestros alumnos sumen sus esfuerzos con la parte docente para lograr cumplir con el perfil de egreso requerido para la educación básica. Tampoco el Estado ha realizado lo pertinente para atender en su totalidad, a los huérfanos con padres que tenemos en nuestras escuelas públicas. Dada esta circunstancia se requiere de continuar con la regulación de la corresponsabilidad constitucional de los padres de familia con la escuela que traspase la buena fe, el acompañamiento docente y las interminables estrategias para que los padres de familia se involucren en los procesos formativos formales de sus hijos.  ¡Es necesario replantear!


Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion