
Lic. Gerardo E. Herrera Alba
“Del haber y el deber al debe haber”.
Hagamos cuentas y un balance. Muchas veces oímos desde niños que nuestra inteligencia, es decir la inteligencia humana supera –en este plano de la existencia del ser social- a cualquier inteligencia. Nos criaron con las historias de comparar cualquier cosa creada por el hombre con el mismo hombre, nos ponían a reflexionar con la siguiente pregunta a manera de prueba: “¿Quién es más inteligente, la computadora o el hombre?”… a lo que respondíamos inmediatamente que, ‘la computadora’, y enseguida venía la corrección: “¡No, el hombre es más inteligente, porque él creó la computadora!”.
Ahora resulta que lo que nos dijeron acerca de la inteligencia y demás potencias humanas se van a quedar en mero potencial. ¿En dónde quedó aquello de… “El ser humano en su mayor aprovechamiento de sus capacidades intelectuales, sólo ha ocupado el 10% de su cerebro”?, parafraseando estoy. La aparente competencia está enfrente y le llaman Inteligencia Artificial (IA). Que dicha programación no digo que sea mala, sólo digo que es artificial… y me explico:
-¡Sin utilizar la IA, niños, busquen la definición -y no el significado- en el Diccionario de la lengua española (DRAE) de la palabra “Artificial”, por favor!
–“Hecho o producido por el hombre” y “No natural, falso”, profe.
-Gracias.
Ahí lo tienen; primero, el ser humano está detrás, y se nos olvida; segundo, si el hombre está por ahí, lo mismo están sus debilidades, y se nos olvida… volvemos a que las cosas que creamos son herramientas y como tales pueden ser monopolizadas para el bien o para el mal, y no nos vayamos tan lejos… sé de profes que la utilizan ya para preparar clases, aun de quejarse de que sus alumnos abusan de estas programaciones, y me pregunto, ¿no será que la novedad nos está llevando a confiar demasiado en la IA? ¿A solas o abiertamente?
¿Para qué confiar demasiado?, si la misma gente va comprobando que no hay certeza plena en la IA, que viene a ser como un “organismo programado” comparable a un cachorro que se va adiestrando para que haga lo que yo quiera, claro, ‘Mutatis mutandis’. Pero quién programa o adiestra puede hacer creer que quién la usa domestica y al crear esta sensación los domesticados podemos ser otros. Ya se nos volvió a olvidar que detrás de esto anda por ahí uno o varios seres humanos, con sus vicios y virtudes…
No sé ustedes, pero aunque no me opongo, sé que dejé de practicar los cálculos mentales matemáticos cuando me regalaron mi primera calculadora de bolsillo y no fue tan malo pero no hubo una progresión en mi caso y no creo ser el único de mi generación. Facilitar las cosas o en apariencia facilitarlas puede reducir capacidades. Yo prefiero el olor de una violeta, a el olor plástico de una muy bien hecha violeta artificial; prefiero un chuletón a un chuletón impreso. Antepongo la preparación de una clase con la creatividad de un profe que se toma el tiempo para su didáctica y resalto la vivacidad de unos ojos que despiertan al darse cuenta que han pensado por sí mismos. Lo demás es acompañamiento, apoyo… quincalla.
P.D.: Este artículo fue escrito con torpeza natural.

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