Habilidades emocionales en la educación: su importancia en la práctica docente y los retos de su implementación

Mtro. Diego Isidro Díaz Pérez

En la actualidad en el ámbito educativo, se ha reconocido que el desarrollo de habilidades emocionales es tan fundamental como el desarrollo de habilidades cognitivas o de manejo de estrategias pedagógicas dentro del aula.

Las habilidades emocionales, entendidas como la capacidad de identificar, comprender, expresar y gestionar las emociones propias y ajenas, se han convertido en una competencia esencial para la práctica docente efectiva. En este texto, analizaré, de manera breve, la importancia de las habilidades emocionales en la práctica docente, los retos que implica su desarrollo y cómo pueden adquirirse y transmitirse al alumnado.

El papel de las y los docentes ha trascendido la mera transmisión de conocimientos para convertirse en un guía y facilitador del desarrollo integral del estudiante. Las habilidades emocionales juegan un papel crucial en esta transformación, debido a que influyen directamente en el clima del aula, en la motivación del alumnado y en la capacidad de enfrentar conflictos y desafíos educativos. Un profesional de la educación emocionalmente competente puede ser capaz de crear entornos seguros y positivos que favorezcan el aprendizaje y al mismo tiempo, que fomenten relaciones positivas entre todos los que participan en un clase.

Asimismo, las habilidades emocionales son esenciales para la autorregulación del docente en situaciones de estrés, frustración o conflicto que se presentan en el día a día del aula. La capacidad para gestionar estas emociones contribuye al bienestar propio e impacta en la calidad de la enseñanza, la convivencia entre pares y en general, crea un buen clima en la comunidad educativa. Un profesor o profesora que maneja adecuadamente sus emociones está en una mejor posición para modelar, en diferentes momentos, comportamientos emocionales saludables o asertivos, promoviendo así el desarrollo emocional de sus estudiantes.

Así pues, pese a la importancia de las habilidades emocionales, su desarrollo y práctica en el ámbito educativo enfrenta diversos retos. Uno de los principales obstáculos es la falta de formación específica en competencias emocionales durante la formación inicial del profesorado. A menudo, los programas educativos se centran en el dominio del contenido disciplinar y las metodologías de enseñanza, relegando a un segundo plano el desarrollo de habilidades emocionales. Muchos profesionales de la educación carecen de herramientas que le ayuden a desarrollar sus habilidades emocionales.

Además, la sobrecarga laboral, el estrés inherente al rol docente y las dinámicas de poder y jerarquía dentro del sistema educativo pueden dificultar la práctica de estas habilidades. Muchos y muchas docentes se enfrentan a contextos educativos con recursos limitados, altas demandas administrativas y diversidad de necesidades estudiantiles, lo cual puede dificultar la gestión emocional efectiva.

Otro reto significativo es la resistencia al cambio y la falta de apoyo institucional, ya que, la implementación de programas de educación emocional requiere un compromiso institucional sostenido, y la resistencia puede surgir de una falta de comprensión o valoración de su importancia. En muchos casos, la educación emocional se percibe como una tarea adicional en lugar de una parte integral del desarrollo educativo y de nuestra vida diaria.

Para abordar estos retos, es fundamental que las y los docentes reciban formación continua en habilidades emocionales. Esta formación debe incluir tanto el desarrollo de la inteligencia emocional, como puede ser el autoconocimiento, la autorregulación, la empatía, la motivación, las habilidades sociales, como herramientas o estrategias importantes para identificar emociones, patrones de conducta y respuesta, lo cual puede ayudar al manejo consciente y afectivo de las emociones que tiene y las que recibe a diario.

En términos de transmisión al alumnado, los docentes pueden utilizar una variedad de métodos; por ejemplo, la integración de actividades que fomenten la expresión emocional, el trabajo en grupo, y la resolución de conflictos desde una perspectiva empática y asertiva, sin duda estos aspectos pueden fomentar el desarrollo emocional de los estudiantes. Además, es crucial crear un ambiente de aula que valore la diversidad emocional, persona neurodivergentes y promueva la apertura, la comunicación y el respeto mutuo.

El aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje colaborativo y las dinámicas de grupo son enfoques pedagógicos que facilitan la enseñanza de habilidades emocionales al fomentar la interacción social, la empatía y la cooperación entre los estudiantes.

Para finalizar, quiero apuntar que las habilidades emocionales son un componente indispensable en la educación moderna, ya que facilitan la creación de un clima de aprendizaje positivo y estimulante para el aprendizaje. De igual forma, potencia la capacidad de las y los docentes de enfrentar los desafíos emocionales inherentes a sus labores diarias.

El desarrollo de estas habilidades enfrentan retos significativos, desde la falta de formación específica hasta la resistencia institucional y las condiciones laborales adversas. Superar estos obstáculos requiere un compromiso institucional con la formación continua del profesorado en competencias emocionales y la integración de estas habilidades en el currículo escolar. Concierto que al hacerlo, se enriquece la práctica docente, y al mismo tiempo, se prepara al estudiantado para un mundo cada vez más complejo, en el cual la inteligencia emocional será una herramienta esencial para su éxito profesional y bienestar personal.


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