
Lic. Gerardo E. Herrera Alba
“Hay alguien más vil que un verdugo, el ayudante del verdugo”.
Proverbio alemán.
Llevo postergando el título de este escrito por cerca de siete años… tiempo en el que por desgracia, me lo han dicho de diferentes maneras. Primero unos alumnos del tipo superficial, después unos compañeros de oficio y luego llega con las voces de tus jefes directos.
Es muy triste para un profesor del tipo formador, tener que ahogar su impulso educador, dejar de ser lo que es y decir: “por ahora no puedo hablar, después vemos”. Y sólo porque no vas con las ideas de tus superiores, quienes toman la opinión de unos cuantos alumnos inconformes con tu disciplina, para requerir que te dediques a tu materia y se acabó, que no vayas más allá ni tengas más interacción con tus alumnos, ya sea que les llames la atención con mayor dedicación o porque des continuidad a cierto consejo que te pidieron, aun de hacerlo con todas las prudencias.
La negativa de comunicación y auxilio que recibe la mayoría, provienen de una minoría que logra inutilizar parte de tu oficio con la aquiescencia de una autoridad oficial, mas no moral.
Dichas autoridades suelen dedicarse a instruirte en el cómo debe ser un profesor digno de estar a su cargo, sin tener siquiera un año de experiencia docente frente a grupo, pero sí fijan sus actividades en el requerir trámites de mal modo con la frase del burócrata jefe mediocre “necesito que me entregue, haga, apure, etc.”; sin ahondar que articulan palabrejas acordes a lo analfabetas funcionales que son, cuya misión en el día es mirar a sus “pollos” (profes) para ver quién se les está saliendo del corral y acurrucar a los polluelos de zalamería probada, a quienes protegen y salvan de iniquidades. También se les va la vida en probar que los que no están de su lado por ejemplo, llegan tarde, exagerando los minutos del atraso con la ayuda vigilante de otros departamentos a quienes tienen bien adiestrados. A todo esto y por decir algo, les tiene sin cuidado quién o quiénes estén por encima de ellos, porque han gozado de impunidad –por el momento- reventando personal a sus trescientos sesenta grados. ¡Vaya ganas y tiempo de pensar en fastidiar!
Dicho en poco y sólo como para darnos una idea, nos encontramos con el caso de los jefes narcisistas manipuladores que cuentan -¿cómo, no?- con la colaboración de entes perezosos que les siguen el humor para evitarse problemas y elevar sus indicadores administrativos, que es lo que realmente les importa… la educación y los profes que disciplinan o se preocupan por sus estudiantes, que se vayan literalmente a la mierda. Total, como se han acostumbrado a los insalubre, ¿qué más da perfumar su excremento con el bonito aroma de las estadísticas favorecedoras? Y estos, son los que le detienen el hacha al verdugo, sostienen la soga y la aprietan para que no te muevas, te calles y des tu temas, sólo eso… “eso es lo tuyo, lo demás no es de tu ‘competencia’”.
Persecución por parte de unos y censura por parte de otros. Lo curioso es que los jefes académicos se están encargando de lo último y sobra decir que hacen un flaco favor a las instituciones educativas, cuando sólo se incluyen a la típica vida laboral insana. Están ayudando a cortan las manos de los que están dispuestos a dar más.
¿A caso no saben que vivimos en una sociedad de padres vivos pero ausentes y que muchas veces carecen de ejemplaridad correcta para sus hijos? Estos como alumnos buscan muchas veces un adulto que les exija y aconseje con precaución, que no les solape ni sea condescendiente, que les haga reflexionar. En el fondo lo piden a gritos, pero los jefecitos sólo quieren que nos callemos o si no, “te hago la vida imposible”. El uso y abuso del pequeño poder, en pleno.

Dejar una contestacion
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.