Lic. Gerardo Espartaco Herrera Alba
Si Francisco González Bocanegra levantara la cabeza se volvería a morir al conocer a los actuales hijos de la Patria, esas criaturitas que son cada uno, un “soldado”…
Es lunes primero de mes y toca el olvidado acto cívico. Un sonido fuera de horario les recuerda a los docentes la que se viene, revisan sus móviles para ver si les recordaron del evento y, ¡sí! Media hora antes pero sí. Lo que pasa es que el cerebro del enseñante se bloquea justo cuando la clase está en su punto, pero no todo puede ser tan bello; los chicos poniendo atención, la armoniosa luz del conocimiento brilla en el áspide de sus cráneos cuando suena el timbre para recordarles que son bien mexicanos, como cada mes.
La formación se logra, si es que se logra y se mantiene; hay que lidiar con gente que no sabe lo que es “columna por dos”, es mucho pedir. Gorras, mochilas en la espalda, suéteres de colores y hormonas de adolescencia con risotadas, impaciencia y poca tolerancia a la luz solar. Suena la grabación por megáfono del toque de Bandera mientras la escolta hace lo que puede y desfilan entre grupos de avisperos que mal saludan a su Lábaro sin saber los toques de mando. “A continuación entonaremos las notas de nuestro glorioso Himno Nacional”, y que Dios perdone a los seres que los trajeron al mundo y a sus profesores de secundaria que no les dieron Patria. No faltan las efemérides que nerviosamente recitan en fila los seleccionados y para concluir: los avisos, los premios, los reconocimientos y las esperadas palabras de la dirección.
Mientras esto sucede volvamos a los grupos que sólo dos se han mantenido en disciplina, los grupos de quinto semestre aplaudiendo y gritando cuando mencionan a alguno de sus compañeros, los grupos de tercer semestre apáticos y los de primero entre asustados y admirando a los maduros gritones; en tanto que la dirección es ignorada o no se da a valer. La mayoría de los profesores indiferentes y sólo esperando a que termine el evento, eso sí pensando que, para qué se cansan los que intentan la disciplina si “los alumnos no van a entender”.
Todo comienza con el nombre del evento ya que no es lo mismo decir “acto cívico” que “Honores a la Bandera”. Luego cabe decir que a mayor frecuencia mayor el hábito pero si de cada semana –antes- lo pasamos a cada mes -hoy día-, no se puede esperar asimilación ni perseverancia.
Ahora sepamos e instruyamos a los educandos para que al realizar dicho evento sean conscientes de que se está en un funeral festivo. Por lo tanto el comportamiento debe ser de tal modo serio como cuando mostramos respeto por el dolor de quien ha perdido a un ser querido. Al hacer honores a la Bandera estamos recordando a nuestros muertos, los que forman parte de nuestra historia y cultura común. Algunos de sus antepasados murieron desangrándose en algún campo de batalla, que lo sepan que lo sientan y que les honren. Y aunque suene a lugar común, murieron por un ideal.
La parte festiva y no por sí misma contradictoria al término funeral festivo es que no todo es muerte y sangre, sino que hay alegría templada al saberse de una identidad que también incluye glorias y avances. El orgullo de tener un bien común por el cual vivir y seguir luchando. Porque en esa Bandera estamos todos a un tiempo: los muertos, los vivos y los que vendrán; liberales o conservadores, republicanos o monárquicos; españoles, indios y mestizos.
La actitud y el comportamiento cambian hacia el amor a la Patria cuando cambia la perspectiva y se mantiene la tradición. Responsabilidad tenemos de esa herencia porque la historia nos va ensañando que las civilizaciones que dejan de respetar a sus difuntos son aniquiladas. Así que más valdría el ir tomándoselo a serio y hacer el esfuerzo para que los de quinto no griten por gritar, los de tercero lo vean de otro modo y los de primero les pongan el ejemplo a los de primero cuando estén en quinto semestre.
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