El maestro Alfonso Monterrosa recuerda que hace aproximadamente 48 años, en el lugar donde vive, las calles estaban empedradas, los terrenos de las casas se delimitaban con arbustos, apenas acababa de instalarse el servicio de energía eléctrica por parte de la compañía federal. El canal de televisión de ese entonces, cuya señal lograba sintonizarse, empezaba a transmitir a las dos de la tarde, con la primera edición del programa de noticias. Durante la tarde se podían ver los siguientes programas: La gran canica azul, Azabache, La gente del mañana; y las novelas eran adaptaciones de clásicos de la literatura, como Guerra y paz, de León Tolstói, Doña bárbara, de Rómulo Gallegos, entre otras. A las doce de la noche terminaba la transmisión.
A ese lugar empezó a llegar la “modernidad” cuando quedó petrolizada la carretera que comunica a la Sierra con El Soconusco. La localidad sufrió un cambio drástico; empezaron los excesos. Vehículos, televisores, personas. Para los años ochenta del siglo XX, se percibía el estado casi electrificado. Para los años noventa, la Selva debía tener también ese servicio. Las comunidades de ahí no querían lo que en aquel entonces se les ofrecía, que eran paneles solares. Esas comunidades querían una línea trifásica. El mismo gobierno provocó que se tiraran árboles y se abrieran caminos para llegar hasta el pulmón de la Selva; y sucedió lo esperado: exceso de vehículos, electrodomésticos, personas. En ese entonces no se escuchaba sobre la contaminación que provocaba la energía eléctrica, no como un problema. Era importante que las comunidades de México estuvieran electrificadas. En esta época, se habla del efecto invernadero (Gases de Efecto Invernadero – GEI) por la generación y consumo de electricidad.
En estos tiempos, es difícil cambiar las actitudes de los adultos quienes crecieron cuando se empezó a hablar de que había llegado la modernidad; todo está dominado por los excesos. Se tienen plataformas donde se pueden ver programas y series de televisión las 24 horas del día. Industrias que no descansan y que tienen tres turnos de trabajo. Así no se puede tener un desarrollo sostenible, es necesario cambiar de actitudes.
En una escuela del nivel medio superior de la zona fronteriza se prohibió de tajo la venta dentro de la institución de comida chatarra. Con esta determinación, ¿bajará el consumo de galletas y golosinas, chatarra? ¡Claro que no! Primero, hay que lograr que los padres de familia estén dispuestos a consumir una comida saludable; y no se habla de no comer golosinas, si no que el uso de éstas sea de manera responsable, junto con una rutina de ejercicios y actividades físicas. No se trata de prohibir. Se trata de aprender. En esta escuela, no hay maestro de Educación Física; quien lo era se jubiló hace dos años; y las autoridades ya no mandaron al sustituto. Se tiene la instrucción de que los maestros responsables de la Unidad de Aprendizaje de Socioemocionales les programen a los alumnos actividades físicas.
Así no se puede educar. Debe existir un plan que desarrollen en las escuelas los maestros indicados, que exista un esquema nutrimental con las actividades diarias necesarias para la comunidad estudiantil. No es dejar de comer o beber cosas chatarras, sino de saber combinarlas para un mejor desarrollo de los educandos. Pero para que todo esto pudiera surtir efecto es indispensable que no se programen promocionales de comida chatarra cuando se transmiten por televisión eventos deportivos e infantiles. Los psicólogos que utilizan los desarrolladores de mensajes saben cómo llegar de manera exitosa a las personas, según deseen: niños, jóvenes, adultos y tercera edad. Estamos a merced de ellos. No se puede competir, en términos educativos, si se tiene un francotirador que manipula durante horas continuas, y lo malo es que, aunque no se esté frente a un televisor, las compañías lograrán su objetivo.
Mientras prevalezcan intereses económicos, no podrá existir un desarrollo sostenible. Mientras haya qué comprar siempre habrá consumo excesivo; son ideas que han inculcado las compañías para tener personas consumistas. Así se viene haciendo desde que la modernidad ha estado presente, una descomposición total y sin control por así convenir a intereses de terceros. Desafortunadamente son estas mismas compañías las que piden que se cuide el planeta, que se mejore la salud, que se debe ser empático con los semejantes.
En esta misma escuela de nivel medio superior se enseña cómo manejar de manera adecuada los residuos sólidos. Se pretende que al final del período los alumnos de primer semestre ilustren cómo separar la basura en el hogar, cómo trasladar a los espacios asignados aparatos electrónicos y celulares que ya no sirvan. Los alumnos de tercer semestre hacen compostas que se utilizarán para sembrar plantas medicinales o plantas de ornato.
El inicio de este plan fue un tanto difícil. Lo programado no se llevó a efecto por cuestiones sociales que se viven en la región. Durante seis semanas se estuvo fuera de las aulas. Hubo que redoblar esfuerzos cuando de forma presencial se tuvo que retroalimentar lo que se deseaba hacer. A estas fechas apenas se empiezan a hacer las actividades planeadas; primero, dentro de las aulas; después, en la escuela y, por último, realizar una actividad en la localidad.
Lo interesante de todo esto es que el 52% de los alumnos de primer semestre no están dispuestos a participar en campañas o actividades para mejorar la convivencia y así tener una sociedad más armónica, o están medianamente dispuestos. ¿Cómo pedir a la comunidad que colabore, si el alumno tiene dudas sobre los beneficios de su intervención?
Mientras que el 68% de los alumnos del tercer semestre están dispuestos a cooperar, sólo un 19% está en duda su contribución. Resta casi un mes para terminar el proyecto. Se ve difícil, por los tiempos, que se logre el objetivo. Se espera la compresión de las autoridades educativas sobre los obstáculos que han impedido que se lleve a cabo el plan; esperemos que sean empáticos y acepten que no fue por negligencia del personal de la escuela ni de sus directivos este retraso, ha sido algo que no ha estado en manos de la institución y se optó por no exponer a los alumnos y al personal de la escuela.
No hay avances en relación con un desarrollo sostenible. Hacer conciencia realmente sería apagar las plataformas durante un mes, apagar las labores de las compañías por ese tiempo. Hacer ver a los jóvenes que no les tocó vivir sin energía eléctrica, que no les tocó caminar por veredas y después ir en ancas de un animal para llegar a un lugar, que se comía vegetales y frutas que muchas veces eran amorfas, sin embargo, eran deliciosas, que no importaba si cumplían normas internacionales de exportación, qué se puede vivir como el siglo pasaso. Lo que está matando al planeta es el exceso. Cuando se entienda esa parte y se deje de exigir ganancias multimillonarias, solo ahí podríamos comenzar a educar para tener un desarrollo sostenible.
Dr. Jorge Gutiérrez Alfonzo
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