Siete meses

Dr. Jorge Gutiérrez Alfonzo

Queriendo aprender sobre salud, el maestro Alfonso Monterrosa indagó sobre los bebés que nacen a los siete meses. Se dio a la tarea de preguntarles a tres médicos: a dos mujeres y a un hombre. Con la información recabada supo que los bebés de siete meses son producto de un problema originado por la madre. Algo no está bien en ella y por eso su cuerpo opta por sacar al bebé que se está formando en su vientre. Además, se enteró de que el bebé requiere observación médica especializada. La duda del maestro dio inicio cuando se puso a pensar en que los alumnos que se inscribieron en el nuevo ciclo escolar solo estuvieron siete meses en el aula, en condiciones normales. Digamos que son sietemesinos, si se permite el término, fue un problema de salud lo que ocasionó que solo estuvieran ese tiempo. ¿Necesitarán observación de un especialista? Es por demás que se diga que sí. Son alumnos que no completaron su ciclo de manera normal. ¿Qué se espera de ellos? ¿Qué esperan ellos de las autoridades educativas?

Es notoria la pasividad en el salón de clases. Los alumnos no responden a las preguntas, ya no se sienten cómodos en las sillas, les cuesta tomar apuntes. No cumplen con las actividades que se dejan, no siguen las indicaciones para unirse a los grupos de WhatsApp; en términos futbolísticos, están descanchados.

Y como ellos, muchos docentes están en las mismas condiciones. Los jóvenes esperan comprensión por parte del docente, complacencia ante el regreso a clases, “estoy aquí pero no me exijas mucho porque no puedo responder”, “estoy aquí porque a mi familia le es muy útil la beca, y no la quiero perder”.  Sin embargo, la Secretaría de Educación Pública pide que en el nivel medio superior se trabaje con la metodología del aula invertida. ¿Será buen momento para implementar esta metodología? ¿Será esa atención la que requieren estos alumnos?

Son visibles también los enroques políticos. Qué necesidad de entregar el área educativa a una persona que tiene aspiraciones políticas y no aspiraciones académicas, que llegó para que nada más obtuviera más luz y que la pudieran ver. Ah, pero ya es candidata a una gubernatura y es honesta. Eso importa más que la educación de un país entero. Hay que aprobar a todos con seis, y se soluciona el problema. El maestro Alfonso ve con desánimo que a tres días de que dio inicio el nuevo ciclo escolar en condiciones normales las vacantes en las escuelas no han sido cubiertas. ¿Es un buen augurio esto para los alumnos que no terminaron su ciclo normal de clases? ¿Cuánto tiempo tienen qué esperar para que la planta docente esté completa? Y aquellos maestros que decidieron no asistir a clases presenciales, ¿ya estarán dispuestos a presentarse? La esperanza de una buena educación post pandémica no se vislumbra, aunque se sea optimista. En el regreso a clases, no existe en las escuelas un plan para atender de manera especial a los alumnos. Y el maestro Monterrosa solo hace hincapié en los de nuevo ingreso por lo que sucede en la transición de un nivel escolar a otro.  ¿Y qué sucede con los alumnos que “acreditaron” el grado inmediato superior? El maestro observa que se requiere atención en dos problemáticas: en la de los que transitaron y en la de los que ya están en la escuela.

Se inició el ciclo escolar sin ningún plan de emergencia ante la crisis que provocó la pandemia.  Lo único que se ordenó para los primeros semestres fue trabajar 15 días en un curso de inducción con tres casos por estudiar. Se tuvo también un apartado sobre integración. En los tres casos se abordaron problemáticas de índole general como la contaminación, el problema de desabastecimiento de agua y el uso del Internet. Para los terceros y quintos semestres en ese mismo tiempo, se solicitó recuperar aprendizajes esenciales. Así nada más. ¿Por qué quitar 15 días del semestre en un curso con esa característica? ¿Por qué no se entró antes a clases de tal manera que el curso se diera fuera del semestre? Si la intención era recuperar los aprendizajes, es obvio que se recuperarán los anteriores y se dejarán ir los del semestre actual.

Las maestras interinas, amigas del profesor Monterrosa, están con la zozobra sobre su empleo porque no les llega el aviso de continuar laborando en la que fue su escuela en el semestre anterior.

Segundo día de clases presenciales: por la tarde llueve. En la escuela del nivel medio superior, a los jóvenes no les importa mojarse, salen de los salones y se van por los pasillos lo más rápido que pueden, van a preguntar por el maestro de la clase que les toca en ese momento de lluvia, el prefecto les indica que está el maestro en la escuela y llegará al salón de clases. Regresan, se mojan de nuevo. El maestro ha empezado a impartir su clase. Al transcurrir los minutos, unas de las alumnas le comenta a su compañero: “Tengo frío, mucho espero no me vaya a enfermar”. Sin lugar a dudas no hemos aprendido a cuidarnos, no aprendimos que estamos indefensos ante el virus que azotó a la humanidad. Se escucha en la localidad que varias familias se han enfermado de coronavirus en los días de lluvia. En los permisos de algunos alumnos, se indica que no han asistido a clases porque tienen problemas de salud. No aprendimos ni a cuidarnos ni a respetar a nuestro adversario.  Como buenos mexicanos le jugamos al héroe porque aquí en México la muerte nos hace los mandados.

Posiblemente así piensen las autoridades educativas en México: no les importa el estudio. A ellas dales complacencia, dales becas, diles que todo marcha bien. A ellos no les importa aprender, no leen libros ni visitan museos, así que no protestan por tener una buena educación.  Hay que decirles a los directores de las escuelas que gestionen lo necesario para satisfacer las necesidades de los planteles, que sean ellos los que busquen la manera de resolver las problemáticas de infraestructura; para que nos desgastamos desde aquí; nosotros solo veamos hacia dónde va pintando la política. Eso sí es más que importante. No hemos aprendido a cuidarnos ni hemos aprendido a solicitar lo que nos ayudará a mejorar nuestras vidas.

Tercer día de clases presenciales, amanece el día claro, cualquiera diría que no llovió la noche anterior ni parte de la madrugada. Los alumnos están atentos a su nuevo tutor de grupo. Llega la hora del receso. Los alumnos se van a las cafeterías; y algunos maestros, a la sala a tomar asiento para luego del descanso continuar con la jornada. Es ahí en donde el maestro Escobar platica que él no desea que sus hijos estudien una carrera universitaria en México, ¿para qué?, dice, los estoy preparando para que aprendan un oficio cuando tienen clases y en vacaciones los llevo a Estados Unidos a que aprendan inglés con los hijos de mis amigos, eso mientras yo trabajo y recupero los pasajes de ida y vuelta. Ya les dije que saliendo de bachillerato los enviaré a los Estados Unidos a trabajar para que a los 24 o 25 años tengan su patrimonio. Yo no voy a dejar que pierdan cinco años de su vida estudiando en México.

El maestro Monterrosa atiende en el tercer día a los alumnos que solamente trabajaron siete meses en condiciones normales. Mientras los alumnos del salón contiguo no tienen clases, las maestras Karina y Karla esperan a ser llamadas para ocupar las plazas vacantes; la hija del maestro Monterrosa, quien supo que se dieron 89 plazas interinas, espera en el lugar 130 de la lista de prelación. Es la segunda semana de clases.


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