Mtra. Karla Rosa Gutiérrez López
En este mes de agosto de 2022, después de 2 años de estar en la incertidumbre de si algún día todo seria de nuevo “normal”; en la República Mexicana arrancó el nuevo ciclo escolar 2022-2023, en el que regresaron a clases presenciales más de 24 millones de estudiantes de nivel preescolar, primaria y secundaria, con la expectativa más alta de recuperar el tiempo perdido por la pandemia de Covid-19.
Analizando los retos que enfrenta el sistema educativo nacional, en este nuevo ciclo escolar, luego de 2 años de virtualidad, el anuncio de que el año escolar 2022 sería presencial, la posterior promulgación de normas y el inicio de la campaña escolar, generaron expectativas. Sin embargo, no todo es color de rosa, la continua aparición de patologías genera temor e incertidumbre.
La crisis generada por la pandemia, dio lugar al desempleo y a la baja venta en establecimientos relacionados con la educación; ejemplo de ello, papelerías, textiles de uniformes, transporte público, loncherías, y demás, es una cadenita que se vio afectada al resguardar a nuestros niños, adolescentes y estudiantes de todas las edades; los colegios privados perdieron una importante cantidad de educandos, muchos tuvieron que cerrar. Sin embargo, también en los colegios públicos se registró una preocupante deserción.
Desde una perspectiva personal, me encanta ver de nuevo los pasillos llenos de alumnos que vuelven felices a convivir con personitas de su edad, la creación de nuevos vínculos emocionales es por demás satisfactoria, nos hace notar lo humanos que somos, la falta y lo bien que nos hace convivir con otros iguales, y si bien la nueva normalidad nos limitará en el contacto físico, hay sentimientos que se demuestran con una mirada, a la distancia, pero ya en lo presencial.
Por otro lado, tenemos que estar preparados, como docentes, para identificar los resultados perniciosos del confinamiento, lo que se verá a mediano plazo. Sin embargo, en el corto plazo ya se presentan afectaciones a la salud mental de las personas, un número considerable de nuestra población escolar y de la que atendemos en los establecimientos hospitalarios, presenta aislamiento social, ansiedad, angustia, depresión.
No siempre es posible que los colegios cuenten con un psicólogo, por lo que a los docentes nos corresponde y, de alguna manera, debemos afrontar estos problemas de nuestra comunidad estudiantil, en este punto de quiebre y ajuste lógico, para pasar, del asilamiento en lo virtual, hacia la readaptación a lo presencial.
Las clases en línea quedarán como herramienta no sólo indispensable, sino como virtud inherente al quehacer docente, es una inercia que debemos conservar como vital reforzamiento de su utilización permanente.
De no existir esta tecnología, la educación hubiera tenido que suspenderse por completo, es necesario reconocer que se constituyó en un efectivo recurso para garantizar la continuidad de las actividades de enseñanza, en todos los niveles, aun cuando por su carácter de emergencia fue la única opción.
En el regreso a lo presencial habremos de evaluar, en el terreno de los hechos, la eficiencia de cada modalidad en lo particular o la necesidad de su conjunción como se propone en este mismo texto.
Debido al Covid-19, pasamos de la educación tradicional a la virtual, de un día para otro, fue un cambio muy abrupto que ha tenido consecuencias. Además de afectar la salud mental de los estudiantes y mantenerlos en un estrés constante, los universitarios no podían realizar sus prácticas correspondientes, sobre todo en el ámbito de la atención a la salud, que es nuestra vertiente disciplinar, ya que necesitaban equipo e instalaciones específicas.
Será una tarea de todos, cumplir con los requerimientos y actuar acorde a lo estipulado en materia de prevención sanitaria, para que todo se vaya dando de la mejor manera. Asimismo, es importante cuidar la comunicación con los estudiantes, con el fin de que sepan cuáles son las reglas y procedimientos por seguir, ahora que se trabajará de manera bimodal (presencial y en línea).
El puntual seguimiento del proceso educativo y la oportuna atención de las vicisitudes, son fundamentales para garantizar un desarrollo profesional adecuado, en este tiempo de necesaria adaptación a las circunstancias a que nos obliga el desarrollo de la propia naturaleza.
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