Perspectiva laboral de los egresados.

Dra. Elisa Cruz Rueda

Cuando hablamos de perspectiva laboral nos referimos a lo que nuestros egresados y egresadas esperan del campo laboral, y por lo general es: independencia económica, posibilidad de ingresos dignos, desarrollo laboral (ascender en ingresos y nivel de responsabilidades) y capacidad para construir un patrimonio. Para esto muchas veces no tienen una planeación (salvo sus excepciones), donde ellos consideren la realidad en su complejidad, primero por la competencia para ocupar puestos de trabajo y segundo si el mercado laboral de su disciplina les da lo que esperan.

Existe un consenso generalizado de que la inserción laboral se vuelve cada vez más competitiva, por una parte, por la falta de empleos o puestos de trabajo —que además estén bien remunerados (arriba de los 10 mil pesos al mes para trabajos sin experiencia)— y por otra, por las exigencias en competencias y habilidades que se piden a los egresados de nivel superior. Ambos de alguna manera, se atienden desde que el diseño y formulación curricular de los planes de estudio estén acordes con la demanda del entorno social, económico y cultural de una sociedad, así como su evaluación, actualización y revisión periódica, a lo cual las Universidades Públicas están obligadas para ser acreditadas.

Parte de que un mercado laboral se vuelva cada vez más competitivo, se debe además de lo arriba anotado (equilibrio entre oferta y demanda de empleos), a la prevalencia social de profesiones (disciplinares que no requieren otros enfoques para intervenir en la realidad) consideradas “clásicas” y de mayor valor “adquisitivo” y de prestigio social —posibilidades de obtener mejores salarios y reconocimiento de la sociedad— como: médico, profesor, abogado, sobre otras como la gestión cultural, la gestión comunitaria, la sustentabilidad (que requieren conocer los enfoques de varias disciplinas de manera transdisciplinar o multidisciplinar).

Esta prevalencia de unas profesiones sobre otras se debe a múltiples razones y factores, algunos lo atribuyen a las condiciones que las agencias multilaterales como el BM y el FMI señalan a los Estado o países, sobre todo a los llamados en vías de desarrollo (y tal vez sería necesario todo un numero de esta Revista para debatirlo). Nosotros nos enfocamos en los procesos sociales e históricos que marcan y establecen los valores en una sociedad determinada, y sobre los cuales la Educación (desde el nivel primario hasta el superior) ha influido y debe influir positivamente para revertir las expectativas de una sociedad que valora más unas profesiones sobre otras. Esto, no tanto porque se deba responder a una oleada o moda. Más bien porque las necesidades actuales a nivel global mundial se han complejizado y requieren respuestas trans y multidisciplinares que vean desde distintos enfoques soluciones a problemas comunes (nacionales y regionales). Es decir, no es suficiente ver los problemas de salud solo por el síntoma y sin tomar en cuenta el medio social, el ambiental o ecológico, el económico y el étnico-cultural, e incluso la situación geopolítica del territorio en el que una enfermedad se da. Lo mismo sucede con la mirada normativa en contextos multiculturales o pluriétnicos, sin considerar las formas propias de pueblos y comunidades para formular normas e imponer sanciones, y las maneras como éstas se relacionan con el estado y con otros actores en un espacio y/o territorio. Y no se diga la mirada e intervención pedagógica en contextos de diversidad en general: de géneros, de preferencias sexuales, de condiciones económicas, étnico-culturales, plantea mayores retos a los profesores y profesoras en regiones pluriétnicas y en tiempos de respeto a los derechos humanos (véase por ejemplo lo que el Mtro. Diego Isidro Díaz Pérez señala sobre inclusión en la 5ª edición de esta revista).

Por ello, el primer reto de un egresado o egresada al buscar trabajo es mostrar sus mejores “cartas” en las habilidades que adquirió en su formación profesional y su capacidad de agencia pro-activa, respetando los parámetros normativos que el nuevo entorno laboral le plantea, lo cual muchas veces, o nunca, se enseña en la escuela o universidad, o por lo menos no se explicita así (lo que se conoce como currículum oculto: puntualidad, responsabilidad y actitud de hacer y aprender, entre otras).

Más aun, es importante señalar que en el caso de las profesiones disciplinares, ser pro-activo y trabajar en situaciones de diversidad, muchas veces es un desafío, porque su “caja de herramientas” adquiridas en su carrera o licenciatura, no cuenta con la variedad de enfoques y capacidades necesarias para una realidad que se vuelve cada vez más compleja. Por lo tanto, su visión sobre esa complejidad será muy reducida, y en consecuencia su campo de intervención también: solo podrá insertarse en aquellos espacios exclusivos para esas disciplinas “clásicas”; como funcionario de gobierno, servidor público, en una organización social solo en el área de su formación, en un despacho, o como docente en una universidad o escuela.

De esta manera, las Universidades debemos preparar a nuestros alumnos para que al momento de egresar sean conscientes de la realidad (tengan sentido de realidad) y se enfrenten de mejor manera a una realidad compleja. Una forma de apoyar en ese proceso es durante la carrera con los llamados proyectos integradores y, al egresar a través de la actualización profesional y los posgrados como especialidades, maestrías y doctorados que son espacios propicios de reflexión que le ayudan a los egresados y profesionistas a mejorar sus enfoques y capacidades, así como pensar desde otra perspectiva su quehacer en la sociedad, ampliando su horizonte laboral.

En este sentido, es importante señalar que, en la última década del siglo pasado, los programas de posgrado con becas de calidad promovidas por CONACYT, aumentaron en comparación con los primeros años en que surgieron (ochentas del siglo pasado). Y esto tal vez se deba ya sea por una exigencia en los criterios de calidad para evaluar a las Instituciones de Educación Superior (aumentar la planta docente con maestría o doctorado, y que cada unidad académica cuente además con programas de posgrado de calidad), o bien, porque es una opción de ingresos “mientras” se consigue trabajo o uno mejor, o porque el profesionista reconoce que le hacen falta enfoques y herramientas multi y trans disciplinares para mejorar su desempeño laboral.

Si los profesores y profesoras estamos insertos en el mercado laboral podemos orientar y desarrollar en nuestros alumnos competencias para que concreticen o amplíen su horizonte y perspectivas laborales, sobre todo, honrando el sentido social y ético que nos debe guiar como formadores, y que esto también podamos transmitirles.

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