Mtro. Hamlet Antonio García Zúñiga / Jansi Mariela Cen Canché
Karen Marisol Valdez Cohuo / Mtra. Rosa María Couoh Pool
A pesar de avances y cambios tanto en los agentes (Dirección General de Educación Indígena Intercultural y Bilingüe, Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe, Consejo Nacional de Fomento Educativo) como en la planificación de la educación básica que el Estado imparte a la población infantil de las comunidades indígenas de México, se continúan atestiguando varios problemas elementales. En efecto, prevalece la carencia de una infraestructura digna y todavía es común encontrar docentes que no hablan la lengua del lugar (sin mencionar a quienes la prohíben), la cual se reduce en muchos casos a una asignatura más, por lo que no se ha llegado a afianzar como un medio de instrucción. Esto invita a pensar en que hace falta trabajar de forma seria y comprometida en la conceptualización del sistema educativo. Hasta ahora no han sido suficientes (ni claras) las etiquetas de interculturalidad y bilingüismo. En este sentido, la aparentemente ansiada integración nacional ha hecho a un lado la justicia social de una formación escolar de calidad acorde con las necesidades, la realidad y la cultura de la gente.
En las reflexiones sobre la materia es imprescindible el conocimiento pleno del contexto. Por ejemplo, Yucatán es la entidad peninsular que cuenta con un mayor porcentaje de población que se adscribe al pueblo maya y que, a la vez, habla el idioma: la maayat’aan (519167 en 2020, correspondiente al 65.7% del total de hablantes, de acuerdo con el INEGI). Sin embargo, las mayeras y los mayeros, aun en su territorio legítimo e histórico, todos los días padecen discriminación en dos vías; por un lado, se les invisibiliza (su lengua prácticamente no aparece ni en lo visual ni en lo auditivo en los medios convencionales de comunicación) y, por otro lado, se les orilla a menospreciar y abandonar su forma de vida; todo esto con engaños, ninguneos e insultos. La educación no ha puesto este problema como un eje en sus programas y, en consecuencia, no ha sido capaz de erradicarlo y de hacer válida la meta tanto de inclusión como de equidad.
El resultado de lo anterior es la expansión y el fortalecimiento de un medio de presiones que atenta, entre otras cuestiones, contra los derechos infantiles y la identidad. Desde hace años las comunidades mayas yucatecas deben aceptar un sistema educativo que no refleja sus valores ancestrales, sus formas de conocimiento y de aprendizaje, así como la trascendencia de su idioma. No se toma en cuenta que esta imposición influye, inclusive, en el debilitamiento de estructuras sociales (se interactúa en español en el dominio familiar y se están perdiendo algunas tradiciones). En un mundo cada vez más globalizado es crucial valorar a la sociedad maya. Durante un proyecto académico de servicio social se tuvo la oportunidad de hacer trabajo colaborativo en nueve comisarías y una cabecera municipal del oriente y el sur de Yucatán: Canakom, Chimay, Holcá, Huechen Balam, Kancabdzonot, Maní, Santa María, Tipikal, Tixcancal y Yokdzonot. En estas localidades se atestiguó una relación interesante entre el entorno social y la educación.
El objetivo general de la investigación fue conocer los espacios (los lugares), los dominios (las personas) y la frecuencia en que se interactúa en maya en las poblaciones mencionadas. Se seleccionó a la escuela como uno de los parámetros para medir el grado de vitalidad de la lengua. Se entrevistó a 46 personas con un promedio de 39 años. Se observó que todos los grupos etarios mayores a dicha edad tuvieron al maya como lengua de comunicación diaria en sus familias (el español no formaba parte de la vida). Por otro lado, los tipos de escuela a las que asisten los hijos e hijas de estas personas fueron el general (29) y el multigrado (17). De acuerdo con la información recabada, únicamente en la mitad de estas escuelas se enseña maya (aunque se definan como bilingües e interculturales). Lo llamativo es que, del grupo entrevistado, 24 individuos se comunican en la escuela exclusivamente en español, mientras que 10 afirma usar sólo el maya y 12 lo hacen ocupando ambas lenguas. Los datos también muestran que la interacción entre adultos (sean padres, madres, docentes o equipo directivo) se lleva a cabo en maya (77%), en tanto que el 23% de los adultos utiliza esta lengua en la interacción con infantes.
Las cifras anteriores contrastan con el hecho de que todas las personas entrevistadas coinciden en la importancia de la enseñanza del maya en el medio escolar. Lo anterior revela una lucha entre las ideas y las acciones; la gente quiere que el maya esté en los contenidos curriculares, sin embargo no lo usa con las niñas y los niños. En otra sección de la investigación se cuestionó sobre si los padres y las madres aceptan el empleo del maya en el aula, el recreo y las juntas. Como se aprecia, estos representan tres escenarios plenamente diferenciados. En el primero, la interacción es jerárquica entre estudiantes y docentes; en el segundo, la interacción es entre iguales; en el tercero, la interacción excluye al estudiantado. Tristemente, en el salón de clases y el receso no se considera importante el uso del maya, se estima que el español debe ser el medio de comunicación.
El maya se encuentra en la situación descrita por los prejuicios sociales. Como se vio, hay un problema en el uso (seguramente, también en la transmisión), por lo que algunas generaciones están perdiendo esta lengua. Esto guarda relación con el valor que le asignan al maya tanto las madres como los padres de familia, al igual que el resto de los adultos. Por varias razones, el maya debe tener un refuerzo en la escuela (siempre será mejor aprender en la lengua propia) y más cuando se asume como bilingüe. Sin lugar a dudas, se trata de una lengua en la que es posible construir y comunicar saberes, conocimiento, cultura e historia.
La problemática es mayor de lo que se piensa puesto que la escuela no solamente está reproduciendo el contexto de presión sobre las y los hablantes de maya que se encuentra enraizado en la sociedad en general (la mexicana, la peninsular y la yucateca), sino que la institución educativa está moldeando un futuro nada promisorio en el que (1) ignora (tolera o permite) la discriminación, (2) niega a la población el derecho de acercarse a la variedad lingüística y cultural mexicana, (3) instruye en un bilingüismo que, eventualmente, transitará al monolingüismo, y (4) forma personas que el día de mañana tal vez elijan ser docentes y en su vida laboral, aulas, cubículos, así como reuniones percibirán que se les despojó de un derecho básico (comunicarse en su lengua) y entenderán que van a hacer lo mismo con una probable última generación de hablantes de maya.
Por todo lo revisado, se insiste en que el cambio en la educación requiere ser conceptual (¿cómo y para qué se concibe?) y no programático (¿cómo y con qué se instrumenta?) Las alternativas, al igual que las capacidades son varias, la duda está en la comprensión de lo que se encuentra en juego y en las voluntades. Que este 2024, con su relevancia para la vida pública del país, se torne en el motivo para que la educación vea rostros, anhelos y un medio para alcanzar dignidad, paz, equidad y justicia.
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