Dra. Martha Maricela Galicia Lira
El término “autonomía”, según Rodríguez (2021, párr. 1), denota la “capacidad que tiene una persona o entidad de establecer sus propias normas y regirse por ellas a la hora de tomar decisiones”, esto conlleva cuestionar la medida de autonomía que prevalece en el ámbito educativo.
Quizá debido a este contexto, es Franco (2020) quien señala la educación en México está fuertemente influenciada por la política, desde niveles superiores hasta los más bajos. En los niveles más altos, las decisiones son tomadas por organismos internacionales, instancias nacionales, y factores de poder, sin tener en cuenta a actores como supervisores, maestros, o padres de familia. Por otro lado, en el nivel más bajo, correspondiente a la vida escolar, se implementan los mandatos de la Secretaría y la política educativa, quedando bajo la responsabilidad de las autoridades escolares, los padres de familia y los alumnos, asumir el discurso institucional educativo en la toma de decisiones y operación del sistema.
De esta manera, se observa la presencia de diversas tácticas intersticiales que generan la percepción de una libertad superficial denominada “autonomía de gestión”, concepto con el cual, las escuelas aparentemente tienen la capacidad de tomar decisiones en áreas como infraestructura, recursos materiales, asesoría y apoyo para el desarrollo escolar, entre otros aspectos; no obstante, en última instancia, se requiere sus decisiones se alineen con lo establecido, acción que se traduce en un enfoque educativo poco profundo.
Además de lo mencionado, es necesario mencionar control excesivo sobre las escuelas, evidenciado por la necesidad de entregar reportes, presentar evidencias, llevar a cabo tareas específicas; medidas tendientes a mantener un orden estructurado donde la escuela estaba siendo sitiada con maestros, ideas, apoyo de padres y madres de familia; entre burocracia, procesos administrativos y la llamada figura de acompañamiento de la supervisión escolar (en varios casos como fiscalización punitiva, sancionadora e incluso creyendo tener poder de patrón), dinámica que compromete el potencial creativo, la innovación y la vinculación de la escuela con la comunidad.
Si bien muchos creían estaban construyendo una escuela eficaz a través de la autonomía de gestión, cabe preguntar ¿es realmente autonomía del profesorado?, ¿es autonomía cuando se define explícitamente qué hacer y cómo hacerlo? Incógnitas que invitan a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la autonomía en el contexto educativo.
En este escenario, las observaciones de Zuluaga y Largo (2020) resultan esclarecedoras al señalar la autonomía está intrínsecamente relacionada con la cultura y se halla enlazada con el entorno, la vida familiar, la naturaleza y el reconocimiento de distintas formas de vida.
En la actualidad, como respuesta a estos desafíos, la Nueva Escuela Mexicana contempla la autonomía del profesorado como la habilidad de los maestros para ejercer decisiones en torno a su práctica docente y desarrollo profesional; lo cual, implica la capacidad de determinar aspectos como la elección de materiales didácticos, la planificación de actividades, la evaluación de los estudiantes y la participación en programas de capacitación y crecimiento profesional.
Sin embargo, el profesorado en México enfrenta diversos retos para alcanzar un nivel más amplio de autonomía, entre los cuales destaca la falta de claridad en las políticas educativas y débil gobernanza. Un ejemplo revelador de esta situación se encuentra en las observaciones de Hermida y Martínez (2022), quienes argumentan la autonomía escolar ha sido un proyecto político confuso, lo cual se evidenció en la emergencia de COVID-19, donde las escuelas se encontraron en un estado de incertidumbre y tuvieron que desarrollar enfoques emergentes para la enseñanza, la descentralización del entorno escolar y la toma de decisiones en áreas como la coformación, el diagnóstico de los alumnos, la implementación de proyectos interdisciplinarios y la priorización curricular. Y, posteriormente en la presencialidad, quedó patente la insuficiencia de recursos y formación para el profesorado, haciendo visible la necesidad de un apoyo más sólido por parte del sistema educativo.
Por último, en México, el profesorado se encuentra ante el ciclo escolar 2023-2024, abordando nuevos horizontes en áreas fundamentales como la autonomía curricular, que implica la adaptación del currículo a las necesidades y particularidades de los estudiantes, en el diseño de sus programas analíticos, permite una mayor sintonía con la diversidad de contextos sociales, culturales y étnicos presentes en las aulas. Esta capacidad se combina con la flexibilidad, que les brinda la posibilidad de crear sus propios materiales educativos.
En este contexto, las palabras de Salinas cobran relevancia ” queda mucho por hacer, vayamos poco a poco, empecemos por el análisis y reflexión de las prácticas cotidianas de profesorado y habremos de iniciar la jornada con el pie derecho (2018, párr. 19)”, pues en aras de alcanzar la excelencia educativa, es crucial brindar apoyo al profesorado para que sus decisiones, expresadas a través de su autonomía, tracen el sendero hacia el éxito.
Referencias:
Hermida Montoya, G., & Martínez Bordón, A. (2022). La autonomía escolar en México: entre el proyecto difuso de política educativa y la exigencia de comunidades escolares en pandemia. Apuntes, 49 (92), 85-123. https://doi.org/10.21678/apuntes.92.1571
Salinas Quintanilla, Alma Ma del Amparo. (2018). Retos y desafíos del profesorado ante la evaluación del desempeño profesional – Educación Futura. https://www.educacionfutura.org/retos-y-desafios-del-profesorado-ante-la-evaluacion-del-desempeno-profesional/
Rodríguez, Dangeolo. (2021). Definición de Autonomía. https://conceptodefinicion.de/autonomia
Franco, M. (2020). Lo realizamos para todos, para que todos estemos mejor en esta tierra. Perfiles Educativos, 42(167), 84-102. https://doi.org/10.22201/iisue.24486167e.2019.167.58854
Zuluaga, J. I., & Largo Taborda, W. A. (2020). Educación propia como rescate de la autonomía y la identidad cultural. Praxis, 16(2), 179-186. https://doi.org/10.21676/23897856.3657
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