Mtro. Manuel Mora Terrazas
Una de las principales conclusiones a las que se llegan en los artículos de investigación vinculados al mercado laboral y egresados, es que la educación que se brinda en las Instituciones de Educación Superior (IES) no tiene relación con la realidad laboral.
Algunos egresados universitarios afirman que la realidad del mercado laboral al que se enfrentan es muy diferente al de sus expectativas. Muchos sostienen la idea de que una vez graduados, lograrán colocarse profesionalmente de manera sencilla y con una inversión corta de tiempo. Sin embargo, la realidad, en muchas ocasiones resulta lo contrario.
Dicha situación obedece a que las sociedades modernas ya no se rigen por el sistema productivo del siglo pasado; en nuestros días, el uso de herramientas tecnológicas ha sustituido las formas tradicionales de producción. Entre los cambios más representativos se encuentran la disminución del número de trabajadores manuales, crecimiento del sector servicios, las pequeñas y medianas empresas (Pymes) han cobrado mayor importancia y han aumentado los trabajadores free lance, y por ende, el trabajo a distancia.
Todo este contexto hace más difícil que un egresado de una institución pueda lograr una inserción activa en el mercado laboral y el terminar una carrera universitaria no sea suficiente.
Anteriormente, entre los años de 1940 y finales del siglo pasado, la obtención de un título universitario era una de las principales vías de ascenso en la escala social de la población mexicana. A partir de la serie de crisis económicas que se suceden en el país, desde la década de 1990 las condiciones de inserción laboral de los profesionistas han sido desfavorables, por lo que la movilidad social, entendida como la posibilidad de ascender de una postura social a otra de mayor jerarquía, ha decrecido considerablemente.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI 2017 hay alrededor de 3.1 millones de jóvenes con título universitario, pero no todos tienen empleo. De acuerdo con estos datos, la tasa de desocupación entre la población universitaria fue de 4.4% durante el cuarto trimestre de 2017, superior a la tasa general que fue de 3.3%, según esta misma encuesta elaborada por el INEGI. Contrario a lo que pudiera pensarse, entre mayor escolaridad o mayor grado de estudios, la tasa de desocupación va en aumento. (INEGI 2017)
La realidad lacerante es que dos de cada cinco universitarios están desempleados, 41% de los profesionales universitarios menores de 30 años no tienen trabajo o han ingreso a la zona de la informalidad, que en este país se acerca a 60% del total de los trabajadores. Es frecuente encontrar a un universitario que se gana la vida como taxista o como vendedor de cualquier cosa. La situación suele ser desalentadora en algunas profesiones, por ejemplo, sociólogos y antropólogos implica una tasa de desocupación de 11.1% mientras que entre los economistas y criminólogos es de 9.7%.
Por supuesto a esto hay que añadirle los sueldos. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Egresados 2018 (ENE), el 46% de aquellos que recién terminaron sus estudios universitarios y se encuentran trabajando en su primer empleo perciben sólo entre $3,000 y $8,000 pesos mensuales. Con datos recabados de 12,869 participantes, este sondeo reveló que en su primer trabajo, los egresados suelen ganar $6,404 pesos en promedio. (FORBES 2018)
Las anteriores estadísticas demuestran que la inversión en la formación de capital humano no está funcionando de manera eficiente y que el mercado laboral se encuentra saturado por profesionistas que decidieron estudiar las carreras llamadas “tradicionales”, por lo que los jóvenes que optan por formarse académicamente se enfrentan a un futuro incierto.
¿Pero a qué se debe que las instituciones no estén a la altura de las circunstancias?
La razón principal es que no hay correspondencia entre el mercado laboral y el capital humano que se genera en las aulas universitarias. Las razones son multifactoriales, pero de acuerdo con mi propia experiencia en los Comités para la Evaluación de la Educación Superior tiene que ver con la falta de un adecuado estudio diagnóstico sobre el mercado laboral cada que se abre una nueva licenciatura o posgrado. También con una falta de análisis o falta de elaboración de los seguimientos a egresados que pudieran dar datos precisos sobre la realidad del mercado laboral.
Otro dato que nos pudiera dar referencia son los propios empleadores y sus necesidades, algo que las Universidades tomado poco en cuenta. La Movilidad Social, puede ser otro indicador que permita evaluar la efectividad de las instituciones escolares y los diferentes programas académicos, averiguando sus efectos en sus estudiantes una vez que estos egresan.
En fin, son demasiadas cosas al análisis y lo que pretendemos en esta nueva entrega de la Revista Edurama es aportar con el conocimiento de nuestros articulistas sobre este tema y brindar portales o pistas de por donde podríamos revertir el cruel fenómeno del desempleo y falta de coherencia entre la formación y el mercado laboral.
Hemos diseñado este número esperando poder generar una reflexión acerca de la situación actual que viven nuestros egresados, deseamos que lo disfruten.
Mtro. Manuel Mora Terrazas
- Maestría en Tecnología Educativa por la Universidad Da Vinci.
- Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM
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