Gestión emocional como criterio para la calidad educativa.

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Mtro. Hamlet Antonio García Zúñiga.

La crisis sanitaria a nivel mundial que derivó de la expansión de la enfermedad COVID-19 (Coronavirus Disease 2019) ha generado reflexiones de muy distinto orden y alcance. Entre los principales temas debatidos se encuentra el de la educación. Al respecto mucho se ha hablado de los problemas que esta área enfrenta(rá), así como de las adecuaciones que se han tenido que implementar para que alcance sus objetivos. Estas líneas proponen una discusión a la que no se le ha dedicado suficiente espacio y tiempo; a saber, el conocimiento y manejo de emociones entre estudiantes.

Lo que se presenta tiene el apoyo del concepto de calidad educativa, de una manera empírica; se recurre a información obtenida en campo durante los meses de mayo y junio (días de los llamados picos de la pandemia) en dos escenarios escolares públicos: uno urbano y otro rural. Con base en un resumen de dos investigaciones, se muestra que el estudiantado de estos medios encara de forma diferente las adversidades que se le plantean. La intención es invitar a pensar que la educación requiere contemplar seriamente el diseño, la implementación y la evaluación de políticas públicas orientadas a un eficiente control y una adecuada expresión de las sensaciones que acompañan el encierro, la soledad, la presión escolar, el conflicto familiar y la incertidumbre.

Cabe hacer mención que el ámbito rural, aunque ha recibido cierta atención (basada en las carencias y dificultades, fundamentalmente técnicas) por parte de especialistas, en particular el que se vincula con las comunidades indígenas, evidencia una situación global grave y una necesidad urgente de análisis profundos. Si bien todo lo anterior es ampliamente conocido por la sociedad y existen en las escuelas planes de tutorías, así como departamentos especializados de ayuda y apoyo, los datos que aquí comparto surgen en una vivencia extrema.

En las fechas referidas se elaboró y distribuyó un formulario en el que se abordaba el contexto del estudio en casa durante el confinamiento. Este instrumento de investigación se dirigió a estudiantes de nivel superior en la ciudad de Cuernavaca (Morelos). En el mismo periodo se coordinó un recorrido etnográfico y un conjunto de entrevistas a habitantes de Espita (Yucatán), entre quienes se encontraban universitarios/as. Este trabajo de campo se hizo tomando en cuenta todas las recomendaciones que han emitido las dependencias federales y estatales de salud. En total se logró reunir a 28 personas, por un lado, y 24, por el otro. Las cifras, es verdad, son bajas, pero los resultados son reveladores.

Las preguntas giraron en torno al conocimiento de la enfermedad, los cuidados que se sugieren, las formas por las cuales se adquiere información, las técnicas de estudio, el tiempo destinado a éste, el rendimiento escolar, la convivencia en el hogar, las actividades alternas, las perspectivas a corto y mediano plazo, así como las emociones experimentadas durante el conocido confinamiento. Mientras que en el caso de Morelos los individuos contaban con un lugar exclusivo para estudiar y equipo adecuado para hacerlo, además de señal (un tanto variable) de Internet, en Yucatán se presentaron las condiciones contrarias. Sin embargo, el panorama general, sin llegar a ser condicionante, manifestó un tipo particular de relación con las actitudes y los juicios referentes al estado de ánimo.

Sin lugar a dudas (primero se proporciona la información de Morelos y luego la de Yucatán separada mediante un guion), el regreso a clases va a ser “complicado” (92.9-85.7%) y el futuro inmediato tendrá “cambios considerables” (39.3-41.6%) o “se dará una nueva forma de vida” (32.1-27.3%). Que alguien salga de la casa produce “angustia” (57.1-64.9%), los dos próximos años generan “incertidumbre” (89.3-77.2%), la economía familiar, al igual que el riesgo de contagio, el bienestar de la familia, los rebrotes y el rendimiento académico ocasionan “preocupación” (75-83.1, 69.7-74.9, 85.7-88.3, 53.6-43.8, 64.3-72.7). Por su parte, que se extienda por más tiempo la cuarentena (53.6-49.6%) y pasar más tiempo en casa (39.3-31.8%) crean “frustración”. Asimismo, la soledad provoca “tristeza” (60.7-78.3%) y que no se sigan las medidas preventivas origina “molestia” (64.3-72.2%).

En lo concerniente a lo académico, la modalidad en línea es un “fastidio” (50-65.2%) y las relaciones entre compañeras/os se han deteriorado (53.6-36.5%). De igual manera, se le dedica más de cuatro horas al aprendizaje (75-80.8%), mientras que ayudar en casa (78.6-85.7%) es la segunda ocupación a la que se le dedica más tiempo. Por último, la gente pasa más tiempo “solo/a” en casa (57.1-53.4%), ha tenido tiempo para pensar en sí misma/o (85.7-74.1%) y desea contar con más tiempo para esta acción (96.4-83.9%).

Porcentajes semejantes y comparables, realidades opuestas: la frustración, la molestia y la preocupación paralizan en el sector urbano, en tanto que en el rural, por la adversidad histórica que se ha enfrentado, la lucha forma parte del contexto natural. “No hay trabajo, no hay venta, nosotros vendemos helados, y nos lo compran por la gente que trabaja fuera de Espita para sus hijos los fines de semana, a veces ni duermo sólo con pensar (de que) cómo le voy a hacer”. “Mis hijos tenían que ver la tele para estudiar, tuve que contratar cable, sacrificar eso, me endeudé para que aprendieran”. “No había forma de contratar cable, no había dinero, fue desesperante por el miedo a perder el año, pero aun así, vimos la forma de comunicarlos con el maestro para que nos envié la tarea por celular o él mismo los (sic) traía en el pueblo arriesgando su salud”. “Sí fue complicado el adaptarme a una nueva forma de aprender, tenía que sacrificar mis ahorros, muchas veces hasta llegó el límite de quedarme sin dinero, pero tenía que ver cómo hacerle”. “Los maestros no se cuestionan si tienes o no (medios suficientes), sólo había que cumplir”.

¿Cómo y dónde se aprende a estar bien, a que mis miedos e inseguridades no me sometan, o que mi alegría no me haga perder el rumbo? ¿Cuál es el papel del Estado en todo esto? Los problemas son de todo tipo y demasiados, nos absorben, nos dominan. Sin importar que una/o consiga sobreponerse de una experiencia desfavorable, precisamos de ayuda, de orientación. Educarse (formalmente) representa una oportunidad y estamos viendo, justo en esta época donde la palabra cobra mayor importancia, cómo ésta se aleja de la infancia y la juventud del país. El futuro, lo estamos presenciando, se visualiza incierto y, en verdad, puede serlo. La verdadera materia para este “tiempo” no es una simple unidad de medida, sino personas que han mostrado que sienten y que están preocupados/as, agobiadas/os, frustrados/as. Si nos enfocamos en los recursos humanos le daremos un giro a la historia y la educación de México.

Olviden que la calidad educativa guarda relación con estándares y parámetros de medición (satisfacción), que se concentra en la institución y en la cualificación de profesionales. El dominio de un saber, una habilidad o una competencia, así como la puesta en marcha de forma exitosa de un proceso pedagógico vale de poco si no encontramos salud en nuestras mentes, la cual se proyectará en un entorno familiar o laboral. Merece la pena pensar e insistir en esto.

Mtro. Hamlet Antonio García Zúñiga

kalixtogonzalez@gmail.com

  • Maestro en Lingüística Hispánica por la Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Maestro en Metodología de la Ciencia por el Instituto Politécnico Nacional.

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