Entre lo deseado y lo vivido.

Dr. Jorge Gutiérrez Alfonzo

El inicio de las clases presenciales en esta región fronteriza estuvo marcado por la pandemia, la inseguridad en las comunidades aledañas a la cabecera municipal y la inestabilidad política que existe al ser canceladas las elecciones municipales celebradas en junio de este año. Los estudiantes estaban ansiosos por estar de manera física en ese lugar que inspira ambición, seguridad, bienestar.

Es cierto que el nerviosismo, la angustia y la zozobra por poder contagiarse o estar en medio de un fuego cruzado afectan la obtención del conocimiento que se desea adquirir. El primer día de las clases presenciales posiblemente no fue como lo anhelaban los estudiantes; ellos deseaban ver a todo el alumnado en el salón de clases, el primer lunes, en la plaza cívica en los inolvidables honores a la bandera. Ahora solo están, cuando mucho, 17 alumnos cada ocho días, el resto de la semana seguirán en casa trabajando a distancia o bien obteniendo conocimientos de manera autónoma.

Ese primer día el maestro que llegó a la primera hora les pidió autonomía y compromiso. Autonomía para adquirir conocimientos, para sentarse a leer el cuadernillo y realizar las actividades que ahí vienen. Compromiso para que lleve, desde su casa, el horario de clases; sí, como si estuviera en ese lugar físico a donde llegaba a adquirir los conocimientos que le pudieran dar un bienestar familiar. Compromiso de entregar en tiempo y forma las actividades que ya están indicadas, de subirlas de manera digital. La primera solicitud es responsabilidad del alumno si desea seguir con sus estudios a nivel licenciatura; la segunda, es también responsabilidad de los padres de familia; y es que existen casos donde el alumno ayuda a su papá o su mamá en el trabajo. Posiblemente el alumno quisiera cumplir los compromisos escolares, pero la situación financiera familiar que se vive en esta época no le permite cumplir como él quisiera. 

En el nivel medio superior la edad promedio de los alumnos es de 17 años, en esta región del país, edad en la que ellos ya pueden ayudar en la economía familiar. Son los padres quienes financian los estudios de bachillerato, pero también existen casos en los que solo la madre los sostiene, y por no asistir de manera presencial a la escuela ella pide al alumno que “aproveche el tiempo” y que la acompañe para que la apoye o bien para que trabajen. Este es otro grupo que tampoco puede cumplir con ese compromiso solicitado: los estudiantes que trabajan para sostener sus estudios.

En este regreso a clases presenciales se aprendió que ya nada volverá a ser igual que antes, que todo cambió. Desde la manera de aprender hasta la manera de enseñar. Si el maestro solicitó autonomía y compromiso, en él deben hacerse realidad ambas actitudes. Autonomía para aprender lo que no sabe en relación con la tecnología, sin importar que su escuela tenga energía eléctrica o no, sin importar si la comunidad cuenta con servicio de telefonía celular o con señal de WiFi. Y si no lo va aplicar, ¿por qué lo debe de aprender? Por el simple hecho de ser docente. No hay que dejar en el olvido la imagen del maestro de la comunidad. Alguna persona puede preguntarle qué tanto sabe de la enseñanza híbrida. Debe tener también compromiso para atender en el horario de clases a sus alumnos, de manera virtual, o por lo menos a un padre de familia que haya buscado un lugar para comunicarse con él.

Las clases presenciales se ubicaron en tres días: martes miércoles y jueves. Lunes y viernes serán para atender a todos los estudiantes de manera virtual. Cada día programado va un grupo de cuando mucho 17 alumnos, esto quiere decir que el alumno ve de manera presencial a su maestro una vez a la semana y dos días de manera virtual. El docente repite nueve veces la misma clase, si la imparte a tres grupos de primer semestre. Si en condiciones normales las clases no eran iguales con grupos diferentes, ahora en esta época de pandemia y con tantos subgrupos las asesorías son muy diferentes entre sí.

Este inicio de clases, de manera presencial y escalonada, empieza a querer caminar, su movimiento es muy lento, podríamos decir que casi no se mueve. Como todo, cuando se inicia cuesta que algo adquiera su ritmo, y vaya si está costando. Poco a poco los involucrados en el medio educativo se irán adaptando a la situación que prevalece en este décimo mes del año. Los directivos, esforzándose por cumplir a cabalidad los protocolos establecidos por la Secretaría de Salud; los docentes, por querer cumplir con el cuadernillo de aprendizajes esperados; se desea llegar al final, pero las circunstancias no ayudan para tener la seguridad de que el adolescente aprenderá al término del primer semestre.

El propio estudiante debe adaptarse y ser un estudiante autónomo, constructor de su propio saber. Quizás los estudiantes son los más afectados en esta nueva circunstancia. Tienen que moverse de un estudiante pasivo a un estudiante activo, un estudiante capaz de hacer su propio mapa mental. Los padres de familia, atormentados por mantener el trabajo o queriendo mantener a flote el negocio, y deseando que su hijo o hija logre los aprendizajes esperados, y para ello tiene que invertir en esta etapa estudiantil.

El bienestar es imperceptible en estos momentos, quizás este ahí en algunos casos y en algunas familias, o quizás no esté, pero está la esperanza de que llegaran tiempos mejores y para ello tienen que esforzarse y levantar la cara para levantarse y seguir caminando. Las clases presenciales son una realidad, no como deseaban los alumnos, pero ahí están, asomándose poco a poco después de 18 meses de tener cerradas las puertas de las escuelas.

Se deseaba que fuera mejor el regreso a clases, se deseaba que en estos tiempos el gobierno hubiera implementado un programa para llegar a más hogares, con una tecnología acorde con lo que los jóvenes necesitan para continuar sus estudios, cuando no vayan a la escuela. Se aprendió, en este regreso a clases, que a los grandes problemas se les tiene que enfrentar. Ya lo dijo el presidente cuando fue cuestionado al respecto. No podemos quedarnos encerrados toda la vida, y razón tiene, dice el dicho que al toro hay que agarrarlo por los cuernos. Ya están las clases y por lo menos los contagios no han aumentado en esta región fronteriza. Con este regreso a clases, demostramos que seguimos siendo maestros y maestras responsables.

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