El valor de la docencia como factor de cambio ante las nuevas necesidades de la sociedad

Mgtr. Elma Elvira Quinde Robles

La educación no cambia al mundo: 

cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

Paulo  Freire.

Esta frase de Paulo Freire a mediados del siglo XX, nos invita a analizar y meditar sobre cómo se encuentra el mundo actual, nuestro sistema educativo y la juventud. Sobrevolar por la sociedad y sus circunstancias, abrir los ojos y observar con atención las consecuencias siglo XXI, significa preguntarnos ¿quiénes hemos sido los docentes?

Empecemos por otro principio: ¿Qué hace la juventud actual? ¿A qué se dedica? ¿Qué porcentaje de jóvenes se educa? ¿Cuántos han desertado del sistema educativo? ¿Cuántos van a las escuelas por mera obligación, porque no le encuentran sentido ni fin? Instagram tiene razón cuando dice que “años antes la ignorancia era una vergüenza, pero ahora, es un lujo”. Al educando ya no le interesa la educación, le interesa la vida, la vida con dinero y el dinero inmediato se lo obtiene con trabajo, no con educación. Afortunadamente, el porcentaje mayor de la población mundial aún prefiere educarse –por lo menos hasta donde pueda-, tener una profesión, aunque no con la idea de ser la representación misma de “hombres ejemplares” o “modelos sociales” ni siquiera siendo educadores.

¿Será tal vez que la educación está promulgando frases ideales en contextos reales? O lo que da lo mismo decir, ¿educar es un concepto utópico, lleno de hermosas frases y pensamientos inaplicables en la realidad social?

El siglo XXI enfrenta a los Docentes con una juventud “Tik-tokuada”; estudiantes, a quienes las clases les resulta lentas, aburridas y sin sentido; el señor google les enseña más que el señor Docente. Los señores Facebook, Instagram, Twitter les mantiene en la actualidad mundial vs al Educador que en 40’ u 80’ clase habla de un solo tema y obliga a trabajar con un solo tema. Sumemos a esto, un asunto obligatorio en este siglo XXI, la psicología ha investigado las consecuencias más graves del uso excesivo de redes sociales, de programas tecnologizados: estudiantes que sufren de “Síndrome de pensamiento acelerado”, “Sobrepeso”, “Aumento de estrés”, “Insomnio”, “Tumores cerebrales”, “TDAH”; los estudiantes no pueden ser discriminados dentro de las aulas ni de las instituciones; estudiantes con dislexia, dislalia son casos normales, posibles, controlables y sobre-llevables.

Bajo estas circunstancias, el Docente siglo XXI está abrazado por extensos brazos de modernidad: se ha visto obligado a competir con la tecnología, a trabajar con nuevos métodos, a preocuparse por el desenvolvimiento de todos los estudiantes sin discriminación de ningún tipo. Tik tok, lo asegura, “el Docente siglo XXI es Docente, Psicólogo, Médico, Padre (Madre) de Familia, Consejero espiritual, Policía, Guardia de Seguridad, Portero…” aunque, cuando se ubica al frente de la clase como el guía estudiantil, acomoda su didáctica y pedagogía a los actuales educandos, se transforma. Para él, se han creado las metodologías activas, las clases abiertas, se ha disminuido la presión escolar y, en consecuencia, se ha convertido en un Mediador y con este nuevo título, pretende desarrollar al estudiante en sus máximas capacidades, para enfrentarse al mundo actual con las modernas armas sociales y tecnológicas. Las preguntas que nos competen es este momento, consecuentemente, deberían ser ¿qué es la actualidad? ¿Quiénes son los jóvenes?

Y entonces, aparece la última conversión del Docente, luego de aceptar el cambio social tiene que cambiar él, acoplarse a las nuevas necesidades y retomar las aulas, lograr que el estudiante se interese por la educación y sus fines, lograr que el estudiante ame asistir a clases. La “creación” como elemento de orden superior en la pirámide de Bloom se ha traducido a “Programar, Publicar, Producir, Animar” de acuerdo a Andrew Churches.

La sociedad no se detiene, hoy vivimos un mundo retrogrado para veinte años en el futuro. Frente a todas las dificultades, el docente debe permanecer avanti a la ciencia y a la tecnología, sus habilidades didácticas se ganan con la experiencia y se enfrentan a la búsqueda de conocimiento. El Docente está consciente de que sus principios guían al niño y al adolescente. No es posible imaginar un mundo sin él. Nuestro papel docente es dirigir el camino mental de ese sujeto voluble ante la sociedad. Lo que el Docente siembra en esas cabecitas maleables queda: trabajo con dedicación, espíritu con inspiración, fortaleza ante la caída, aprendizaje constante, corrección de errores, manipulación del mundo que nos rodea.

Termino este texto con otra frase de Freire, éste Docente brasileño cuyo pensamiento perdurará por años aún:

“En verdad, mi papel como profesor, al enseñar el contenido a o b, no es solamente esforzarme por describir con máxima claridad la sustantividad del contenido para que el alumno lo grabe. Mi papel fundamental, al hablar con claridad sobre el objeto, es incitar al alumno para que él, con los materiales que ofrezco, produzca la comprensión del objeto en lugar de recibirla, integralmente, de mí.”  (Morales, 2020)


Referencia

Morales Adriana. (21 – febrero – 2020) CLARIDAD DEL PROFESOR. Educación Adventista Sudamericana, https://www.educacionadventista.com/claridad-del-profesor/#:~:text=%E2%80%9CEn%20verdad%2C%20mi%20papel%20como,que%20el%20alumno%20lo%20grabe.


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