Dr. Jorge Gutiérrez Alfonzo.
Víctor Hugo, José Luis y Freddy son amigos que durante la pandemia salían a caminar a la unidad deportiva de la ciudad. Comenzaron por recorrer tres kilómetros; después ya no era caminar sino trotar, y después ya no fueron tres kilómetros, sino cinco. Cada semana aumentaban la distancia, buscaban superar rápidamente el reto que se habían impuesto. Después se propusieron caminar por un cerro; y no conformes con el ascenso, buscaron el camino más largo para bajar. Los retos eran cada día más complicados, más desgastadores.
En junio se vieron obligados a dejar las caminatas por la mañana por la propuesta del gobierno de querer iniciar las clases presenciales; dejaron de salir juntos. Ahora, cada quien sale por su lado a la hora que puede, pero no dejan de salir porque saben que algún día, juntos, volverán a colocar un reto difícil de superar.
Freddy tiene un reto: su corazón está con un dolor grande, aunado a eso tiene el desafío de enfrentar la pandemia en el salón de clases, las cuales dieron inicio el 30 de agosto. Atiende a los alumnos de manera presencial y a distancia. Freddy padece lo que todo docente; a cada momento, recibe mensajes y llamadas de los padres de familia, quienes le piden que les explique otra vez lo que se dijo en el mensajero que utilizan para exponer las clases. Las llamadas entran al teléfono en las horas en las que debería convivir con sus familiares, con los amigos y conocidos, quienes con su presencia, siempre con la sana distancia y con cubrebocas, llegan a mitigar el dolor que su corazón soporta.
Los retos se formulan o aparecen de la vida misma, sin que uno los haya previsto; cuando te los planteas, estas ansioso por querer superarlos; cuando te surgen, te cuesta más asimilarlos, te cuesta más tiempo superarlos. Puede llegar el momento en ni siquiera se haga el intento de afrontarlos. En este ciclo escolar los desafíos pueden ser personales y laborales.
Dentro de los personales están los emocionales, los cuales solo puedes superar con una cuidada inteligencia emocional. En una encuesta propuesta a 18 docentes y administrativos de una escuela de nivel medio superior, en la cabecera municipal, en la que solo respondió la mitad, el 67% contestó que estaban emocionalmente bien para el regreso a clases, la mitad indicó que estaba físicamente bien para enfrentar el reto de presentarse de nuevo a la escuela, pero, aunque relativamente se encuentran bien, solo el 22% quiere regresar a las clases presenciales. El motivo por el cual no se quiere regresar es por cuidar de su persona y de los suyos. La escuela, según la encuesta, se encuentra en regulares condiciones para recibir al alumnado; en esas mismas condiciones están las de la zona escolar en donde se ubica la institución educativa. Este puede ser uno de los principales retos en el ámbito escolar. ¿Qué debe hacer el gobierno para que las escuelas estén en buenas condiciones? ¿Qué puede hacer el docente para incrementar las posibilidades de lograr condiciones óptimas en la comunidad?
Dentro de los retos laborales para este ciclo escolar está el clima profesional de la escuela. La sana distancia provoca que a la hora del desayuno no se formen pequeños grupos, convivió diario para departir simulando un bufet en plena escuela. Esto ya no será posible, como tampoco lo será la charla en la cafetería en los minutos antes del toque de la chicharra para reanudar las clases. El distanciamiento originará un clima de recelo. Habrá que aislarse al momento de toser o destornudar. Esa mirada penetrante como un puñal clavado en la espalda, cual acto traicionero, hará que la estancia de ocho horas en la escuela se convierta en las más larga del día, siempre con la zozobra del contagio en el trabajo. Al desasosiego, se une la falta de material adecuado para desempeñar las funciones encomendadas. ¿El trabajador que está en la escuela debe hacerse de su material y equipo para desempeñar su función? ¿Hasta dónde es responsabilidad del gobierno surtir material y equipo? ¿A quien hay que sensibilizar? ¿Al trabajador, para que se haga de su equipo de trabajo?, o ¿Al gobierno para que lo suministre?
Freddy paga su servicio de Internet, el cual, por cierto, es de muy mala calidad. Tiene un teléfono inteligente que le dio su hermana mayor, cuando ella compró uno mejor. Él y sus hijas utilizan la única computadora portátil que tienen; una de ellas estudia en la universidad y la otra está en el bachillerato. La mayor es profesionista, pero aún no consigue trabajo, apoya a su mamá en el negocio familiar: elaboran piñatas. El hijo mayor no puede ayudarlo porque partió antes de cumplir los retos que estaba dispuesto a superar.
Se inicia otro ciclo escolar, y los alumnos atendidos en el período anterior califican con 4.5, de 5 puntos posibles, el desempeño del docente. Esa puntuación debe mantenerse; lo óptimo sería superarla, y para ello, el docente tiene que redoblar esfuerzos. ¿Para qué preguntar el desempeño del docente durante el ciclo escolar anterior? ¿Para generar un reto más? ¿Es importante preguntar? ¿O se trata simplemente de dejar pasar los acontecimientos?
A más de un año de haberse presentado la pandemia, tal pareciera que los padres de familia empiezan a comprender la importancia del celular para tener una educación a distancia y muchas veces para una educación en línea. De 92 alumnos inscritos en el primer semestre de bachillerato, el 80% tiene instalado el mensajero con el que trabajarán en los días que no se vaya a la escuela. Quizás les atrajo la novedad porque ahora los alumnos pueden ver en su dispositivo electrónico lo que el maestro expone, y pueden oír la exposición en el grupo formado en el mensajero. Son alumnos de nuevo ingreso y quizás les sorprenda que los docentes trabajen a distancia de esta manera. Tienen ya el cuadernillo, sea de manera física o de manera digital, en el blog del docente. Además, ven y escuchan al maestro en un canal de YouTube. Quizás les sorprenda esta manera de presentar los contenidos, y esta sorpresa la comenten con su compañero que no tiene posibilidades de establecer una conexión vía Internet, y este alumno le solicite a sus padres que él también quiere aprender de esta manera.
El padre de familia tiene que hacer la inversión para comprar el teléfono y para adquirir los megas o en su caso contratar Internet con la única compañía que ofrece el servicio en la región, aunque la señal sea deficiente, pero de algo sirve. Y viene la pregunta: ¿no debería ser responsabilidad del gobierno proveer lo necesario para que el alumno aprenda? Otro reto que existe es mantener el porcentaje de alumnos atendidos en línea, y que el maestro indague por qué el 20% aún no está registrado en el mensajero y para ello tendrá que llamar a los padres y platicar con ellos o con el mismo alumno acerca de la importancia de seguir las clases, aunque sea de manera asincrónica. ¿Y por qué un mensajero y no una plataforma? Bueno, porque la Secretaría de Educación del estado no hace convenios con las empresas proveedoras de plataformas que le ayuden al alumno a enviar los trabajos y al docente planificar su clase. Es el docente quien debe buscar la manera de contactar al alumno, a quien le presentará las opciones para que entienda la materia.
Cuando Freddy les pregunta a sus alumnos por su desempeño, ellos le indican que está en un 58%, y él se pregunta: ¿qué puedo hacer para que ese desempeño sea mejor? ¿Está en mis manos influir en el comportamiento en casa de los alumnos? ¿Qué más hacer para que el alumno lea y analice el cuadernillo de trabajo? ¿Cómo influir para que cumpla con la tarea, que la conteste de manera congruente? ¿Cómo influir para que el alumno comprenda que los conocimientos obtenidos en la escuela podrían darle una vida mejor? Los alumnos contestan y son conscientes de que en el ciclo escolar pasado, en plena pandemia, su desempeño no fue el adecuado, dejaron pasar muchas situaciones, no existió la persona que les dijera que deberían hacer y entregar la tarea, no existió la supervisión de papá o mamá o del hermano mayor. O quizás, el joven llegaba sin deseos de hacer la tarea después de un día laboral arduo. O simplemente no había dinero para comprar la ficha del Internet o para ponerle saldo al teléfono.
Los alumnos quieren regresar a clases presenciales; que sea de manera normal, piden ellos; que se acabe la pandemia, exigen. Ya no aguantan el encierro, creen que, en la escuela, de manera presencial, aprenden más. Existe un reto duro, que los padres de los alumnos no pierdan la fuente de empleo, que el trabajo no se cierre por la pandemia, que la falta de ganancias no sea el pretexto para despedir a empleados, cuyos hijos ya no llegarán a la escuela porque no les pueden proveer de lo mínimo necesario para su educación.
Todo está preparado para un regreso a clases de manera escalonada, días en el salón de clases y días de manera virtual. El trabajo para el docente se duplica, como ya se dijo en otra publicación. El docente ya realizó su planeación y se organizó para afrontar estas dos formas. Está dispuesto a enfrentar este reto de trabajar en línea y de manera presencial; él sabe que puede superarlo, está preparado física y mentalmente, está dispuesto a seguir indagando cómo puede llegar de mejor manera a sus alumnos, sabe que martes, miércoles y jueves atenderá a sus alumnos; lunes y viernes los verá de manera virtual a todos. Cada actor de la educación tiene sus retos, unos propuestos y otros que da la vida misma ¿Cuáles se superarán?
Freddy recibió un mensaje a los cuatro días de haberse presentado a la escuela: “Se le informa a todo el personal de la escuela que se suspenden las clases presenciales por tener personal docente infectado, así que las clases serán de manera virtual, favor de avisar a sus alumnos y padres de familia”. Freddy, preocupado, se sentó en su escritorio a planear las clases virtuales, ya sean en línea o a distancia, Él tendrá que proyectarlas con todo lo que tenga a su alcance; quizás se quede con el mismo horario: martes miércoles y jueves para atenderlos en línea; lunes y viernes, que los alumnos estudien a distancia.
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