Competencias docentes adquiridas ante la pandemia

Mtro. Andrés Godínez Bustos

HABILIDADES PERSONALES.

A partir del mes de marzo del 2020, las escuelas cerraron sus puertas respondiendo a la instrucción de los gobiernos federal y estatales en el marco de la estrategia para enfrentar la pandemia por coronavirus (Covid-19). Esta medida puso a los actores educativos, de manera repentina, en un escenario desconocido en el cual habrían de enfrentarse a desafíos hasta el momento inimaginables. La reclusión forzada y benéfica para disminuir la propagación del virus que nos afecta, ha dado entrada a las nuevas tecnologías y formas de la interacción educativa, que sin ser automática, supone también un aprendizaje mutuo entre alumno-maestro, que se ha venido depurando y perfeccionando a través del tiempo y el ensayo permanente y cotidiano de las actividades escolares a distancia, donde el profesor debe hacer uso de otras habilidades para atraer la atención del educando, en este corto espacio que es una pantalla electrónica. Esta realización de “tareas” donde el alumno disponía de toda una tarde para investigar, se volverán en un segmento continuo de las clases que recién habrá tenido y le darán continuidad para absorberle todo el día, si acaso no ejerce un trabajo de subsistencia, pero con la ventaja de evitarse los traslados al plantel escolar y los gastos económicos que ello conlleva, remitiendo al alumno la responsabilidad de ser autodidacta en una gran parte de la educación que recibe y de las obligaciones que le son inmanentes.

Son diversas las competencias que se vienen adquiriendo, entre las partes que en esta pandemia llevan a cabo la actividad concerniente  a la educación, y para ello, a fin de lograr un ambiente de eficaz aprendizaje, la adaptación a estas nuevas formas deberá ser paulatina y progresiva, de manera tal que la interacción familiar o laboral no medre en la calidad de la enseñanza, insistimos, tanto por el maestro en la dinámica que le rodea, así como en el alumno y el lugar desde donde asume una posición en cada sesión.

Hemos comentado que las nuevas habilidades deben contrarrestar los distractores e inconvenientes de la educación remota, donde ya se debe suponer también un cambio en el criterio del maestro, que deberá migrar a una mentalidad flexible, ante diversos acontecimientos que no pueden ser controlados, como la falla en las transmisiones derivadas de problemas de las compañías que brindan los servicios de comunicación por internet, o diversas que contiene el entorno familiar de cada uno, por ello, el alumno sobre todo, deberá estar dispuesto a proponer otros medios de implementación de la educación al maestro, quien estará abierto a valorarlo, en aras de que su mensaje llegue con calidad y oportunidad al discípulo, salvando las dificultades técnicas y de hecho que están surgiendo en la diaria tarea de enseñar y aprender. Por ello, se busca el mejor servicio de los proveedores de internet y aplicaciones para las reuniones entre personas, que sin suponer grandes costos se presten a las reuniones grupales.

La habilidad para el comentario agradable o chusco que saque del “espasmo” al alumnado se ha hecho ya una herramienta cotidiana, aunado a una práctica docente, sencilla y sin rebuscamientos, que abona en la mejor transmisión de conocimientos al educando que, ya sin una personalidad compleja del profesor, presta su atención a las ideas y conceptos que escucha y sólo ve en su interlocutor, siendo válido incluso, el uso de afanes teatrales y gesticulaciones excesivas, que atraigan la atención y hagan eficaz el verdadero objetivo que es aprender en una posición distante entre quien imparte y quien recibe el conocimiento.

Esto es lo que hace competente al maestro y al alumno al utilizar las nuevas herramientas pedagógicas en la pandemia, que acaparan y renuevan la atención del maestro y educando, que logran el fin último de la docencia, que es transmitir en forma real y válida el conocimiento y dejar en la mente del destinatario no sólo el dato frío, sino la base de la reflexión que hará avanzar el tema del día y de la materia que se imparte.

IDENTIFICACION DEL ALUMNADO

Con la impartición de clase a distancia se han encontrado características personales y sectoriales de los diversos grupos de alumnos, llegándose al dilema de ubicar el nivel de enseñanza en forma adecuada, a fin de que pueda llegar al oyente sin distinción de nivel educativo o calidad de conocimientos, para lograr así un promedio de buena comprensión, que desea como logro el profesor que tiene como vocación la enseñanza perdurable, que ha provocado una nueva competencia: la de uniformar el contenido de la información.

Al determinarse el nivel del lenguaje en la transmisión de conocimientos a los educandos, se habilita en común denominador el lenguaje con el que el profesor hablará en la pantalla, dentro de aquellos grupos que ostentan diversos niveles de aprendizaje previo, a  fin de no aburrir al experto o  confundir al novato, pues suscritos  a la matrícula y con el grado previo necesario para registrarse en determinado curso, se cumplen los requisitos para integrar a cualquier alumno al curso de que se trate, lo que no significa que con ello se uniforme la capacidad del alumno, antes bien, los diferentes grados de cualidades de los alumnos hacen difícil ponderar el nivel en que se desarrollará la cátedra, mismo que en ocasiones debe regularse durante el desarrollo del curso, con preguntas directas a cada alumno detectado, de diferente rango, a fin de ajustar lo más adecuadamente posible la recepción de ideas y conceptos, que sean asequibles a cualquiera que escuche.

Hoy es imprescindible que desde la primera clase, se aplique un cuestionario a los alumnos que no se conoce, donde se asienten por cada participante aspectos previos de su región natal, educación y rasgo familiares, para así evitar los problemas de comunicación en grupos de diversos niveles de calidad educativa, que se agudizan cuando también el aula se ve habitada por alumnos de diferentes orígenes y estratos sociales, así llegando a tener en el alumnado a gente que habita las urbes como personas que provienen de zonas rurales, lo que pudiera mermar la calidad y capacidad de la enseñanza del maestro, quien debe ajustarse a estas nueva competencias de investigación.

ENSEÑANZA RESUMIDA Y DE ALTO CONTENIDO

El lugar de la casa que ha sido escogido por el alumno, así como el que corresponde al maestro, influyen en la calidad de la enseñanza, pues desde esa comodidad ya no se busca la extensión de contenido y abundamiento de conceptos, antes bien, una nueva competencia será la de resumir la información para de ese modo garantizar que las nuevas tendencias y los mecanismos, programas y políticas relativos a los programas de educación, la síntesis de contextos y prioridades, estén centrados en fortalecer los recursos humanos en los ámbitos en los que resulte más necesario, abreviando como toda labor humana que es impartida a otros, y apoyando el bienestar del profesor y buen ánimo del alumno, que dada su juventud se siente en un encierro forzado.

Precisamente la habilidad de ser concreto en la transferencia de conocimientos y la capacidad de análisis en las personas que los imparten, busca elaborar programas conjuntos entre planteles escolares, donde los docentes son la clave para el éxito de la agenda en las tendencias de la nueva educación, en su totalidad mundial, como meta que resulta esencial e indispensable. Requiere atención urgente, a un plazo más corto, ya que la escasez y la distribución desigual de los docentes con formación profesional empeora la brecha de la equidad y calidad en la educación, en especial en las zonas desfavorecidas. Como los docentes son indispensables para una educación de calidad, será necesario asegurarse de que se les confiera independencia, su contratación y remuneración sea adecuada, estén motivados, posean calificaciones profesionales, y reciban apoyo en el marco de sistemas dotados de recursos suficientes, eficaces y bien administrados. En un futuro no muy lejano, se requerirán millones de docentes adicionales para lograr la universalidad de la educación primaria y del ciclo inicial de educación secundaria, buscando reemplazar a los docentes que se jubilen en los próximos años, pero ahora ya con nuevas competencias adquiridas, en aras de mantener la salud mundial, sacrificando cantidad de información por calidad de la misma.

En esta pandemia se busca revertir las decisiones del pasado, de bajar el nivel de experiencia y capacidades del maestro, cuando había escasez de docentes, han contribuido a intensificar una tendencia a tener en las aulas a personal no calificado y sin la preparación necesaria. La falta y/o inadecuación de un desarrollo profesional continuo y de apoyo para los docentes, así como de normas nacionales para la profesión docente, son los principales factores que empobrecen la calidad de los resultados del aprendizaje. Hoy las nuevas habilidades deberán buscar sistemas educativos exitosos que garanticen la calidad y la equidad, centrados en un desarrollo profesional continuo de profesores que sean analíticos, breves y concisos en la información que transmiten.

DISTRIBUCION DE CARGAS DE APRENDIZAJE

Desde el inicio de la pandemia se ha visto que las actividades multidisciplinarias se hacen necesarias dentro del trabajo en equipo, y las especialidades en el saber se van acomodando dentro de los planes de estudio de los planteles que imparten enseñanza a cualquier nivel, dejando rastros del educando que ha recibido una instrucción cada vez más especializada y moderna, que en conjunto con la experiencia de los decanos, arrojan un producto de calidad que refleja la buena enseñanza y la consultoría colegiada a través de la interacción por “chats” electrónicos entre personas de una misma institución escolar, donde en dicha catarsis positiva ha estado inmiscuido también el profesor, que dadas las novedosas circunstancias en la docencia, exige la renovación de los planteles de maestros, pues algunas valiosas generaciones de fundadores ya no comprenden esta temática y han escapado al manejo de los dispositivos electrónicos, para el trabajo en grupo dentro y fuera de los salones de clase a distancia, necesitando ayuda de los jóvenes que habitan en su casa.

Antes que hablar y hablar en la pantalla, el maestro deberá “salpicar” las horas clase con “mini tareas” de realización inmediata, no mayores a 20 minutos, que irroguen a los alumnos la atención de una parte del tema que se está impartiendo, acostumbrándolo a una participación activa en el momento mismo de la cátedra, que reparta las cargas del aprendizaje entre ellos y el maestro, para de este modo darle dinamismo a la actividad y que ambas partes sientan un peso equitativo de la educación a distancia.

Es así como en la pandemia se hace necesario desarrollar una nueva competencia, principalmente dirigida por el profesor, donde se distribuya las cargas de acción e intervención en la clase cotidiana, buscando llegar al justo medio donde tanto maestro como alumno, desarrollen un arquetipo evolutivo de educación que les lleve al destino común de la razón y el conocimiento.

La interacción a través de la pantalla no es fácil, aún para las nuevas generaciones se hace difícil percibir algunas modalidades de la enseñanza y los tonos, ademanes e intenciones con que se dirige cada mensaje, que son precisamente el “envoltorio o cápsula” donde se encuentra inmersa la información que recibirán y que, incluso, les llevará en lo futuro a elegir una carrera o área de trabajo y subsistencia .

NUEVOS RETOS EN PANDEMIA EXTENDIDA

Dejando a un lado la tendencia positiva de búsqueda del ser humano, vemos que la pandemia exacerbó algunos de los males que ya prevalecían en el sistema educativo, pero también sacó a relucir fortalezas que en ocasiones pasaban desapercibidas. Permitió además plantear desafíos inmediatos y lejanos para la escuela mexicana de cualquier nivel.


El conflicto pedagógico se identificó en el planteamiento de la educación a distancia, motivado por asuntos como las expectativas del trabajo remoto, la cantidad y naturaleza de actividades escolares, las implicaciones de la evaluación durante este periodo y las funciones de las autoridades educativas durante el confinamiento y las modalidades que han surgido durante cada aplazamiento de duración de la reclusión.


En la educación a distancia se percibe un conflicto pedagógico motivado por diversos factores. En primer lugar, se observa que, sin afán de generalizar ni de soslayar las gratas excepciones, los diferentes actores educativos hemos caído en un error: continuar con la actividad escolar desde casa tratando de cumplir los mismos aprendizajes que se desarrollan en el aula, es decir, ver la enseñanza remota como una reproducción de lo que se hace y se logra cotidianamente de manera presencial en el aula. Se soslayan así las limitaciones del hogar en cuanto al desarrollo de los aprendizajes formales y se desprecian las amplias posibilidades de favorecer saberes informales, que hoy se encuentran en internet.

Se omitió de este modo la recomendación de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, que veía necesario “evitar la tentación de reproducir los tiempos y las cargas de trabajo escolares en el hogar”. Si la escuela enfrenta dificultades para cumplir con los propósitos de aprendizaje, es fácil suponer las complicaciones para el hogar en este sentido y en cada tipo de familia.

Al consultar la situación que había propiciado el rezago destacaron varios motivos: incompatibilidad de los horarios laborales con el apoyo académico, dinámicas de convivencia familiar desfavorables, dificultades para guiar los procesos de aprendizaje de los alumnos y falta de medios de comunicación, entre otros. Aunque el contexto permitió la participación mayoritaria de los estudiantes, no se puede dejar de considerar a esta proporción de alumnos cuya incorporación al aprendizaje remoto fue complicada. La carga de trabajo académico fue uno de los asuntos más discutidos de la educación a distancia. Entre las recomendaciones que se planteó al colectivo docente en este periodo destacó la dosificación razonable de actividades didácticas, evitando preocupaciones por abarcar todo el programa educativo, tratando de privilegiar las habilidades esenciales a desarrollar en el alumnado. Incluso, cuando la escuela apenas cerró sus puertas y se contemplaba aún el regreso a las aulas, la sugerencia fue realizar actividades de repaso sobre lo ya abordado en el ciclo escolar, seleccionando los temas de trascendencia.

Así, la revisión de los planes de clase de los docentes denotó un esfuerzo por simplificar el trabajo, aunque siguiendo la secuencia de contenidos propuestos en los programas.

A pesar de las adecuaciones de los profesores a su trabajo, en algunos casos para alumnos y padres de familia fue difícil seguir el ritmo que marcaban las actividades a distancia. Vale la pena entonces señalar que el origen de esta situación, además de la concepción y alcance que se le dio al trabajo a distancia, pudiera ser más de fondo y no es exclusivo de la época de contingencia sanitaria: probablemente responda en gran medida a los programas de estudio y su estructura, así como la costumbre, de todos los actores educativos, de apegarnos a ellos, perdiendo de vista, en ocasiones, la esencia de los mismos, que hoy se ven superados y requieren de nuevas habilidades mientras dure la reclusión.

La pandemia dejó ver crudamente un modelo basado en asignaturas rígidas que etiquetan a sus propios contenidos, dificulta el planteamiento de formas de enseñanza desde una perspectiva holística con actividades que favorezcan el aprendizaje profundo y, en cambio, propicia ejercicios escolares más abundantes, superficiales y desarticulados. Sin desestimar el peso de otros factores, quizá es en la configuración de los programas de estudio donde se encuentre la raíz de la cantidad de tareas que fueron encargadas a los alumnos durante el confinamiento. A pesar de observarse esfuerzos de los docentes para reducir la carga de trabajo de los alumnos, de acuerdo a la percepción de la mayoría de estudiantes y padres de familia, no sólo del centro escolar en cuestión, ésta siguió siendo de un peso considerable, en el que se continúa en periodo de adaptación.

Naturalmente debe entenderse que no se puede cambiar, de la noche a la mañana, una manera de trabajo basada en una forma tradicional de currículo, menos aún con la emergencia frente a nosotros. Cabe señalar entonces que la cantidad de tareas no se debió exclusivamente a la voluntad de los docentes, pues, a pesar de los ajustes que pudieran efectuar, no disponen de un margen de opciones posibles entre las que decidir qué contenidos seleccionar para impartir, ni su forma de organización. El conflicto pedagógico del cual se habló anteriormente también puede estar motivado por deficiencias en la capacitación a las figuras educativas. Si los programas de estudio o incluso los procesos de aprendizaje no se entienden a cabalidad, es muy difícil que éstos se puedan adaptar a situaciones tan especiales como la vivida. Aunque se considera el escaso margen de tiempo que se tuvo para diseñar opciones formativas para continuar con la educación de manera remota, debe decirse que la capacitación brindada a los docentes tuvo un fuerte énfasis en aspectos técnicos del manejo de diferentes herramientas para realizar actividades como la administración de trabajos escolares, la comunicación y la consulta de información, ignorando otros aspectos formativos igualmente importantes.

Es cierto que la autoridad educativa federal, en conjunto con la compañía estadounidense Google, llegaron a la conclusión de que la paquetería informática es de contenido bastante completo en cuanto al manejo de herramientas tecnológicas, entendidas como aquellas que provee la empresa, a pesar de ello, se observa un vacío en asuntos de vigilancia pedagógica. La capacitación brindada por la autoridad federal no consideró que aun cuando la mayor parte de los docentes poseen habilidades para la docencia presencial, las competencias para la modalidad a distancia no es algo que se pueda dar de facto, requiere un proceso de desarrollo que lleve al reconocimiento y acreditación de las competencias respectivas, teniendo en cuenta que éstas no abarcan únicamente el manejo de dispositivos electrónicos y los tiempos que son necesarios para buscar y disponer de un contenido sobre un tema a buscar.

El reto que se enfrenta amerita, sin duda, una reflexión más profunda en torno a asuntos como el diseño de actividades didácticas para esta modalidad de enseñanza, el rol del profesor y del alumno, la selección y adaptación de contenidos o las estrategias de evaluación, por citar algunos. Considerando que la oferta formativa presentada por la autoridad federal y Google, al momento de transitar en la enseñanza a distancia, no había abarcado ni la mitad de su carga temática, queda la duda si hubiera sido favorable destinar a un grupo de especialistas nacionales, tanto de SEP como del área de la enseñanza privada, para desarrollar estos temas novedosos exclusivamente, con el fin de conformar un paquete de formación básica y emergente que hiciera énfasis no sólo en los aspectos tecnológicos de la enseñanza a distancia, sino también en pautas esenciales para conducir los procesos pedagógicos bajo esta modalidad. Se acrecentó así el riesgo del simple traslado de las tradiciones áulicas al entorno digital, es decir, el mero cambio del pizarrón por la pantalla, del aula por la casa, como si esto fuera posible por mera transición.


No se ha dado impulso, tal vez porque se piensa que la pandemia terminará pronto, en el aspecto organizativo, sobre las funciones de las autoridades educativas y escolares. Según el Boletín 124 de la Secretaría de Educación Pública, en encuesta a los profesores del país “el 52 por ciento aseguró haber recibido asesoría, apoyo o acompañamiento de las autoridades educativas para la implementación del programa Aprende en Casa”. Aunque ya era conocido por todos, la pandemia dejó claro que prevalece en el sistema educativo un modelo de administración excesivamente burocrático, en el que las funciones de las autoridades educativas y escolares privilegian el interés por los trámites y el papeleo, en detrimento de las tareas pedagógicas directamente relacionadas con los propósitos fundamentales de la escuela, hoy aumentadas por la distancia y la falta de presencia de los padres de familia en las oficinas escolares.

El comentario entre compañeros del área docente es común: persiste la carga burocrática que cae en cascada, desde las autoridades educativas, el personal de administración, hasta los profesores, haciendo circular múltiples oficios, informes, encuestas y demás requerimientos que en ocasiones llegan a distraer a las figuras educativas de las tareas relacionadas con el aprendizaje, cuando se debiera abreviar en documentos simples tales como los planes de trabajo semanales o un breve formulario de seguimiento de la participación de sus alumnos. Por otra parte, aunque muchas voces señalaban la impertinencia de asignar una calificación numérica a las actividades educativas a distancia, proponiendo en cambio criterios menos específicos de acreditación o incluso la aprobación general del estudiantado, en nuestro país se optó por valorar de manera cuantitativa las actividades educativas en el hogar, reportadas por el alumno.

Se llegó inclusive mediante el Acuerdo número 12/06/20 a determinarse que “la valoración de la carpeta [de evidencias de actividades a distancia] se usará únicamente en beneficio de los educandos para aumentar su calificación, nunca para perjudicarlos” (SEP, 2020). Además, para determinar la calificación del último periodo del ciclo escolar, se tomaría como calificación mínima el promedio de los dos periodos de evaluación anteriores, quedando prohibida cualquier nota reprobatoria en este último tramo.

Es bajo estos nuevos conceptos, que resulta imprescindible que se desarrollen nuevas habilidades y competencias que logren establecer un criterio de calificación que no afecte a aquellos estudiantes que no se incorporaron a las actividades remotas, pero la inequidad siguió presente: ya no afectando a unos, sino favoreciendo a otros. Así pues, la decisión de asignar una nota numérica al desempeño escolar de los alumnos durante el confinamiento coronó las críticas de aquellos que, desde un principio, advertían sobre los riesgos de inequidad en el trabajo a distancia (no sólo desde el punto de vista tecnológico).

Si bien en la escuela la mayoría de los alumnos participaron en las actividades remotas de aprendizaje, no se deja de tener presente que quienes no pudieron hacerlo se vieron imposibilitados de mejorar sus calificaciones, como el resto de sus compañeros. ¿Es justo premiar a algunos, pero a otros no cuando probablemente se es víctima de condiciones familiares, económicas o culturales adversas en una situación tan especial como la de este confinamiento? ¿No se cae en todo caso en una situación de inequidad?  Pensemos que la pandemia no se extenderá mas allá de la conclusión del presente ciclo escolar, pero de suceder lo contrario, es urgente el desarrollo de ágiles y eficaces competencias del profesor, en mejoría del alumno.

Mtro. Andrés Godínez Bustos.

godinezfiscal@gmail.com

  • Maestro en Derecho Fiscal (Colegio Superior de Ciencias Jurídicas)
  • Lic. en Derecho (Universidad Autónoma de Puebla)

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion