Un aplauso al desempeño estudiantil

Mgtr. Elma Elvira Quinde Robles

La enseñanza que deja huella

 no es la que se hace de cabeza a cabeza,

sino de corazón a corazón”

Howard G. Hendricks

El estudiante joven es ese sujeto vulnerable donde el Docente puede sembrar y cultivar conocimiento. Su plasticidad cerebral le permite ser flexible a la instrucción y al aprendizaje, pero ¿qué está pasando en las escuelas que en lugar de producir interés hacia la curiosidad hemos producido rechazo al sistema educativo? ¿Por qué, día a día, madrugar tanto e ir a la escuela? ¿Para qué aprender?

Ser dueños del conocimiento, pese a todo, resulta ser un orgullo personal, el niño disfruta y levanta su voz cuando conoce las reglas del juego; el adolescente, convencido de sí mismo, defiende sus opiniones y puntos de vista. Y qué orgullo es tener la razón, “el conocimiento es poder” como aseveró Thomas Hobbes siendo aún el joven secretario de Francis Bacon: Scientia Potentia est.

Siglo XXI, la juventud se reniega al tradicionalismo de las escuelas, sentarse a copiar y/o escuchar al Docente se traduce a acabar con sus ambiciones. Los medios digitales han ganado a la academia y han transformado al estudiante en un sujeto silenciado: lee, escucha, pero ya no habla, se encierra en su mundo individual. Todo lo recepta y con ello, cree saber más que sus Docentes.

El desafío, sin embargo, no es un medio comunicativo; es aquí donde el área de Lengua y Literatura actúa, en primer lugar trabajando con el lenguaje oral, pues es necesario, enseñar a callar el pensamiento desafiante para educarlo a la expresión oral. Ganar el pensamiento significa crear algo más interesante que él mismo, con el fin de concentrarlo en la acción positiva y, es aquí, donde las metodologías activas entran en función.

Necesitamos transformar al estudiante en un hablante activo y sujeto productivo; nuestra arma es el trabajo grupal, el proyecto, el problema, el reto, la colaboración, entonces… el grupo, el par, el trío donde se piensa, se actúa, se crea, se produce cambio. La independencia del Docente para la labor estudiantil funciona como guía y direccionalidad, su apoyo -a la larga- consigue que el estudiante hable y ahora… organizar el cómo hable: el nuevo reto para el discente.

Crear el ambiente para el lenguaje oral es un trabajo complicado y sutil, pero qué interesante resulta hacer hablar al estudiante a través de las metodologías activas, ¿Cómo funcionan? Produciendo ideas y opiniones propias, es decir, permitiendo que el estudiante se deje ver en su propia realidad, introduciéndonos en su silencioso mundo, en el contexto que a él le rodea, con base en lo que él lee y lo que a él le forma; y, con esta base, ir formando un nuevo pensamiento, la organización de qué es lo que la sociedad considera aceptable, qué es lo que la sociedad ajusticia, qué tipo de seres humanos necesitamos, cómo opera nuestro pensamiento en el desarrollo de la sociedad, inclusive cómo funciona la temporalidad de nuestros sentimientos y emociones…

Aprovecharnos de la plasticidad cerebral de los jóvenes, partiendo del uso de las metodologías activas y a través de sus propias ideas juveniles es dirigirnos al cambio académico y social, es decir, organizarlos con base en las urgentes necesidades humanas: respeto, normativa, solidaridad, trabajo, constancia… que son conceptos que en su niñez aprendió y que no los ve lucir sino como teorías; parecen ser las ideas más lógicas y coherentes, pero no prácticas ni reales. El discente, sabe escuchar cuando lo que escucha le forma, le fortalece y se concreta, y entonces… crea, y plasma en una hoja de papel lo que él defiende.

Finalmente, es la metodología activa la que permite aplaudir su creación, la nota no debería ser un ajusticiamiento, sino el aplauso al desempeño de su juicio y opinión, al fortalecimiento de su temperamento y carácter, y al desarrollo de su imaginación. Lo que -como Docentes- sembramos en el pensamiento del adolescente se transforma en árbol de abundante fruto; de ahí, el sembrar imaginación y pensamiento positivo generará hombres de bien. Recordemos que ya Platón y Aristóteles habían creado “academia” con el fin de acercarse a la racionalidad del mundo -tanto desde el punto de vista filosófico y matemático respectivamente-, ¿por qué no hacerlo con nuestros estudiantes siglo XXI?


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