M. en C. Mauricio Clay González Cereceres.
La experiencia en un Centro de Educación Especial (CAM) ubicado en una de las colonias más antiguas de Ciudad Juárez, donde incluso el famoso Germán Génaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, conocido como “Tin Tan” convivía con los pachucos de la época.
La escuela está ubicada en una zona cercana al centro histórico de la ciudad justo detrás de los patios del ferrocarril, cabe mencionar, que por la calle Francisco Villa corren las vías del tren y que a ciertas horas del día el tráfico se debe detener para dar paso a la máquina y sus vagones, dividiendo la ciudad. Si tomamos como referencia las vías del tren hacia el poniente, esta escuela es la única que atiende a alumnas y alumnos que presentan dos o más discapacidades o una muy severa.
Laborar en este centro desde 1998 hasta 2020, que cuenta con la mayor cantidad de alumnos de educación especial del subsistema estatal del Estado de Chihuahua, solo en el ciclo 2019 – 2020 contaba con 68 alumnos desde educación inicial hasta laboral y el área de vinculación laboral.
El edificio que actualmente ocupa el CAM 7506 Gabriela Brimmer, era la antigua escuela de ferrocarrileros; esa escuela se cerró a principios de los años 90, y fue hasta el año 2000 que fue entregado para ser CAM, se compartía con una escuela primaria era un edificio poco funcional para la población que se atendía; cuando se llegó a esta “nueva escuela” se encontró un edificio prácticamente en ruinas, con los pisos y banquetas prácticamente hundidos, quebrados, desnivelados gracias al incesante movimiento y vibraciones que ocurrían cada vez que los trenes eran acomodados, el agua era una mezcla de barro y oxido y solo era un hilito que no alcanzaba ni para llenar un bote de agua, los baños no servían, en los techos se quedaba el agua de lluvia hasta que el sol la evaporaba, cuando la lluvia dura más de 20 minutos, -muy raro en esta ciudad, pero a veces sucede- toda la escuela quedaba inundada al menos 30 centímetros, convirtiendo aquel centro escolar en una piscina enorme y un gran foco de infección, además la zona es por demás insegura, en la época de mayor violencia en esta ciudad nos veíamos acordonados, espantados y a veces acorralados por las balaceras de bandas rivales.
Durante 22 años fui testigo presencial de idas y venidas de planes y programas, capacitaciones, cursos e iniciativas de mejoría, también llegaban prestadores de servicio social de carreras de educación y salud, también llegaban asociaciones civiles a hacer estudios y propuestas, eventualmente llegaba el DIF municipal y o estatal a levantar encuestas y hasta voluntarios de partidos políticos a ganar simpatías de las familias (ellos solo en la calle).
Con esfuerzos de la trabajadora social y las directoras en turno, la escuela se fue levantando hasta tener un aspecto más o menos presentable, durante cada ciclo escolar se hacían gestiones ante instancias oficiales para lograr la mejoría de la instalación, pocas con éxito y las que se lograban eran para reparaciones mínimas.
En dos ocasiones hubo presupuesto para hacer reparaciones mayores. En la primera, el ingeniero a cargo utilizó materiales de muy baja calidad que a la vuelta de unos meses parecía que no habían hecho nada, solo las banquetas quedaron bien puestas. En otra ocasión el ingeniero a cargo terminó consiguiendo donativos entre sus colegas constructores para hacer otras cosas adicionales a las que dictaba la orden, ya que al ver a nuestro alumnado y las condiciones de la escuela, quedó conmovido y consternado por la precariedad de la instalación. A la fecha el ingeniero y su esposa consiguen apoyos en el colegio de ingenieros y amigos para llevar juguetes y ropa a las y los alumnos en la temporada navideña y hacer reparaciones en baños, vidrios e instalación eléctrica, cuando se requiere.
Cómo la mayoría de las escuelas del país, el financiamiento se limita a los sueldos de los maestros, ya que el sostenimiento y mantenimiento del edificio del CAM siempre estuvo a cargo de las familias, que colaboraban haciendo kermeses, rifas y gestión de donativos, son las mismas familias las que se ofrecen a limpiar, reparar, cuidar, pintar y en alguna ocasión a construir un aula con recursos y trabajo de ellos mismos, aula que por cierto no se puede utilizar porque el organismo que autoriza la utilización de instalaciones en las escuelas, no autorizó.
En cuanto a libros de texto, puedo decir categóricamente que las instancias encargadas de la distribución, por lo regular omiten entregar a este centro, ya sea porque se terminaron o porque aducen que no hay libros en “braile” o de gran formato para aquellos alumnos con baja visión.
En cuanto a materiales didácticos necesarios para el desarrollo intelectual, psicomotriz, académico, artístico y social de las y los alumnos, es adquirido por las y los docentes que integran esa plantilla escolar, lo mismo sucede con el pago del teléfono, internet, hojas para imprimir, tinta, tóner, copias y un largo etcétera.
Queda claro que en el caso del CAM 7506 el financiamiento para la operación del edificio y de la enseñanza ocurre a cargo de los colectivos familiares y docentes respectivamente. La pregunta es ¿cuántas escuelas del país están en estas mismas condiciones?
En estos tiempos de educación virtual y ante la incertidumbre del regreso a las aulas, la Secretaría de Educación y Cultura del Estado de Chihuahua podría replantearse los esquemas de apoyo a las y los alumnos con discapacidad, reconocer, evaluar y si es posible re-encausar los recursos para hacer asequible la educación a las y los alumnos más olvidados durante en esta contingencia sanitaria, exhorto a las y los maestros de vocación y compromiso que hagamos visibles a los invisibles.
M. en C. Mauricio Clay González Cereceres
- Maestría en Atención a Poblaciones Especiales a través del Movimiento por la Facultad de Ciencias de la Cultura Física de la UACH.
- Licenciado en educación física por la Facultad de Ciencias de la Cultura Física de la UACH.
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