En qué momento.

Dr. Jorge Gutiérrez Alfonzo

Las campañas electorales empiezan a inundar los espacios de la radio y la televisión y llegan a todos los hogares de México y más allá de las mismas fronteras. Cada candidato habla de lo que le gustaría hacer por el país. Hacer para México. Cada seis años vemos y escuchamos lo mismo, promesas y más promesas. Ante tal avalancha, no hay más que preguntarse en qué momento se dejó de educar en las escuelas; en qué momento se formó a seres sin relación alguna con su entorno.

El maestro Alfonso Monterrosa entiende que el ser humano está constituido de manera tripartita, así como ocurre en el proceso educativo. El ser humano tiene alma, cuerpo y espíritu. Y las tres deben de ser educadas. El espíritu, considera, podría ser como un sistema numérico binario, trabaja con base en lo malo y lo bueno (0,1); este espíritu se educa o lo formula el alma que, podría decirse, trabaja con un sistema numérico octal (ocho dígitos), que serían los valores. Esos valores, hoy en día, están perdidos, no se tienen ni en la casa ni en la escuela.  El espíritu se alimenta del alma, de las emociones vividas desde la niñez, la adolescencia hasta llegar a manifestarse en el adulto. El cuerpo se nutre de lo cognitivo, con la mente. Podría decirse que es un sistema hexadecimal (números y letras), saberes que ayudarán a tener una habilidad, un oficio, una destreza.

En México, los sistemas educativos podrían tener su propia fortaleza. En la educación básica, las secundarias técnicas ofrecen talleres en los que se le enseña al alumno a desarrollar habilidades y a aprender algún oficio que pudiera ayudarle a sostenerse por si no pudiera continuar con sus estudios. Lo mismo sucede en el medio superior; se tienen escuelas en las que el mismo eslogan anuncia que pueden ser autónomas: “alcancemos el mañana con nuestra propia tecnología”. ¿Qué fue lo que falló? ¿Cuántas escuelas realmente se sostienen con los productos o servicios que ofrecen a la comunidad? ¿En qué momento se dejó de participar en la comunidad? ¿A cuál parte del ser humano no se le dio los saberes necesarios para seguir con la encomienda? ¿Al alma o al cuerpo? En la actualidad, estas escuelas trabajan para sí mismas, para impartir saberes sólo de manera personal. Ya no se le puede exigir al alumnado tener vínculo con la comunidad. Hoy, en las casas, se prefiere pagarle a un químico para que haga unos jabones o a un electricista para que haga una lámpara eléctrica. Hoy, el alumnado no se compromete en el aprendizaje de los saberes necesarios para enfrentar la vida, ya no cultiva los valores de responsabilidad, respeto, disciplina. ¿Qué tanto la familia puede influir para que los alumnos tengan nexos con la comunidad y trabajen en los bienes comunales, todos juntos por el bien de la madre naturaleza, para el bien de la misma sociedad? Hoy, los adolecentes optan por estar frente al celular en juegos en los que se destruye a sus semejantes, en lugar de leer una novela o un libro que les inculque valores con los que enfrenten los saberes necesarios para tener una profesión o por lo menos un oficio que les ayude a sobrevivir.

México es un país rico. Si se hubieran promovido con fundamento los valores de honestidad y honradez, otro México se tuviera. No habría la necesidad de tanta propaganda electoral; posiblemente, sólo contenderían los colorados contra los verdes, o porque no pensar en que sólo fuéramos todos de la planilla blanca, y cada ser humano en su área, con sus habilidades, dejando un buen trabajo para las generaciones venideras. Si hoy en día el o la estudiante supiera que al término de su carrera profesional, o con el dominio de un oficio, va a encontrar un trabajo que le dé la retribución monetaria que le ayudará a vivir, y que un espacio similar estaría destinado para sus hijos, quizás sólo así se podría tener alumnos sobresalientes con deseos de ser mejores personas cada día, en ser más amigos que compañeros. En ser más buenos que malos.

La concentración del maestro Alfonso fue interrumpida por su compañero de trabajo. No pudo quedarse con ese sentimiento sobre los saberes que deben de tenerse para el futuro y en qué momento el ser humano empezó a hacer lo malo para obtener beneficio propio. El maestro le contestó ‘’Monterrosa, la historia indica que no nos conquistaron personas de buenas costumbres, nos conquistaron con lo más bajo de una sociedad, de una cultura, nos conquistaron con el desecho de un país, por ende, la maldad la traemos en la sangre”. El comentario lo dejó atónito, esto es, nuestra alma ya está contaminada, tarde que temprano vamos a sacar lo malo que hay en nosotros.

El maestro Alfonso se quedó pensativo. No es posible que no se pueda componer un país en donde aflora la mentira y la corrupción, un país donde el dicho más dicho es ‘’el que no tranza no avanza’’, en un país que tiene todo para ser un gran país. ¿Qué saberes se pueden enseñar a una comunidad estudiantil que no tiene ilusiones, que no busca superarse porque sabe que faltan empleos o si los hay son puestos mal pagados que no garantizan un salario como manda la constitución?

¿Qué tan difícil puede ser transformar una sociedad? ¿Dónde se debe comenzar? ¿Puede una persona cambiar su manera de pensar y de actuar? ¿Qué saberes deben enseñarse y en dónde para que surja un cambio de mentalidad? Los saberes están olvidados, aquellos saberes que puedan componer el alma, aquellos que puedan contribuir a tener una nueva mentalidad y una buena actitud que ayude a cambiar este país, el cual sea como lo desean los aspirantes a gobernar. Ninguno de los contendientes ha propuesto acciones para ofrecer una buena educación. El crear escuelas, el decir que se tendrán las mejores infraestructuras no son acciones que ayuden a brindar una educación de excelencia. Se necesita realmente una línea de acción para que los integrantes de la sociedad dejen de esperar la oportunidad para aprovecharse de su semejante con tal de obtener un beneficio propio. Estamos ante una sociedad que se olvidó de vivir en armonía y en concordancia con las personas y con la naturaleza. Se requiere líneas de acción que surtan efecto en los jóvenes para lograr que se interesen en tener un oficio, ya sea de manera técnica o profesional; se precisa de una educación que ayude al alma y al espíritu.


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