El mundo digital: la importancia del autocontrol.

Mtra. Arlette Motte Nolasco

“Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a la gente que está siendo oprimida y adorar a la gente que ejerce la opresión”

Malcom X

Ante la acelerada evolución de los medios digitales, poco hemos podido reflexionar sobre sus efectos en distintos ámbitos: el aprendizaje, la manera de relacionarnos, el acceso a las redes sociales y el entretenimiento, pero sobre todo el tiempo que dedicamos a atender nuestras aplicaciones cotidianamente, etcétera. Quizá es momento de plantearnos que, en un futuro no muy lejano, el autocontrol se vuelva una asignatura obligatoria en los currículos de la educación básica de nuestro país.

El acceso masivo a internet comenzó a hace un poco más de tres décadas y se ha transformado a pasos agigantados, pasamos de esos primeros años donde la comunicación era básicamente a través del correo electrónico, al streaming del vídeo y audio de alta calidad que permite la comunicación instantánea, pero que también nos demanda más tiempo.

Actualmente gracias a la facilidad de acceso a dispositivos (Smartphone, Tablet) con conexión a internet de forma inalámbrica (Wi-Fi), la conectividad se ha extendido alrededor del mundo de forma acelerada. En diez años, el número de usuarios de internet a nivel mundial se ha más que duplicado: en 2010, la World Statistics registró aproximadamente 2.05 mil millones de usuarios, para el 2019 su crecimiento llegó a la cifra de 4.38 mil millones, con una tasa de crecimiento promedio anual de 7.9%. Esto se explica por diversas razones, entre las que destacan la reducción de costos, conexiones Wi-Fi, compatibilidad de sistemas, el desarrollo de numerosas aplicaciones, entre otros.  (We are Social, 2019).

Todos los que en su momento fuimos “migrantes tecnológicos” ahora nos desempeñamos y usamos Internet con destreza, la web (World Wide Web) y el desarrollo de gadgets ha traído muchas ventajas a las comunicaciones, la ciencia, el comercio, los negocios o el entretenimiento, pues han facilitado el desarrollo y la práctica de diversas actividades vía online, en consecuencia el promedio de tiempo diario que una persona usa el internet también ha crecido. En el 2018, se registró un promedio de 161 minutos al día por usuario dentro de internet, y se cree que esta cifra llegará hasta los 192 minutos de consumo diario para el 2021 (Statista, 2019).

Por tipo de dispositivo, el promedio mundial diario por usuario fue de 122 minutos en dispositivos móviles, tres veces más que a través de una computadora que llega a ser de sólo 39 minutos diarios (Statista, 2019). Ahora bien, el usuario utiliza este tiempo diario para realizar diversas actividades en línea, entre ellas las apuestas en línea, la creación de blogs, entretenimiento, videojuegos de rol, la producción y publicación de información, entre otros.

La forma para acceder al internet por parte de los mexicanos es a través de los celulares inteligentes (smartphones). En 2018 el INEGI reportó que al menos ocho de cada diez usuarios cuentan con dicho dispositivo, es decir, al menos 69.6 millones de usuarios, de ellos destaca el grupo de los adolescentes (con edades de 12 a 17 años) ya que nueve de cada diez reportó tener un celular propio; de ellos, 53% tenía un plan tarifario en alguna compañía celular, lo que aumenta aún más su conexión a tiempo completo (IFT, 2018). El principal uso que le dan los adolescentes a los dispositivos móviles es para acceder a redes sociales, Facebook, Instagram, y Snapchat entre las más importantes (IFT, 2018).

Pero no todas son malas noticias respecto a las redes sociales, ya que podrían servir para promover un sentido de la comunidad, hacer grupos para facilitar los recursos o tareas de clase, así como la oportunidad de recibir apoyo emocional. A pesar de ello, también exhiben inconvenientes potenciales, tales como la pérdida de privacidad o intimidad, cambios desfavorables en las relaciones cara a cara que propicien el aislamiento del entorno, deterioro de relaciones familiares, cambios en actividades de ocio o actividades al aire libre, incluso delincuencia organizada, trata de personas, fraudes entre otros (Jiménez-Murcia y Martí, 2015).

Peirano (2019) plantea que desde hace más o menos una década nos enfrentamos a la industria de la atención, “…que gana dinero consiguiendo nuestra atención. Es un modelo de negocio que depende de que instalemos sus aplicaciones, para tener un puesto de vigilancia en nuestras vidas. Puede ser una smart tv, un móvil en el bolsillo, un altavoz inteligente, una suscripción a Netflix, a Apple”.  No busca hacer necesariamente que nuestras vidas sean más eficientes ni que el mundo sea un lugar mejor, lo que persigue la tecnología dentro de nuestros dispositivos es el engagement, como una actividad que se espera del usuario, la cual se automatiza con el tiempo creando una rutina, que en un sentido positivo podríamos denominar hábito pero en el negativo adicción y “…quiere que las uses el mayor tiempo posible, porque así estás generando datos que los hacen ganar dinero. Mientras más generas, más valioso es su banco de datos”.

Aún falta mucha investigación al respecto, sabemos que cada vez a  más corta edad los niños que denominamos nativos digitales, con escasos años de vida, ya son capaces de interactuar y permanecer en ese engagement y si no se les presta atención, puede ser por tiempo ilimitado.

Como docentes, es preciso reconocer que esos millones de usuarios adolescentes, expuestos al engagement, son nuestros alumnos cada semestre o año escolar, por lo que requerimos plantearnos qué tanto usamos las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC´s) como parte del quehacer docente y desde dónde podemos posicionarnos. Una posible respuesta a esto último es la inteligencia emocional, la cual ha estado presente en nuestros currículos desde hace algunas décadas, nos ha permitido saber que los procesos de enseñanza aprendizaje en el futuro demandarán principalmente del autoconocimiento, y la capacidad de trabajar en equipo, si a ello enfocamos el desarrollo y uso de los recursos y aplicaciones que actualmente utilizan nuestros estudiantes, tanto académicas como de entretenimiento, entonces retomaríamos el autocontrol como parte de nuestra infusión dentro del aula ya que mejora la gestión de los impulsos y por tanto contribuye a la regulación emocional.

Cotidianamente nos enfrentamos a la necesidad de a gestionar nuestras emociones. Con el autocontrol se desarrollan actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma adecuada los fenómenos emocionales propios y ajenos, cuando decidimos conscientemente postergar una gratificación inmediata en busca de una mayor. Un ejemplo muy conocido es el test de la golosina (marshmallow test), conducido por Walter Mischel en la Universidad de Stanford en la década de 1960. Se le daba a escoger a niños en edad preescolar entre diversas recompensas (galletas, malvaviscos, dulces, etc.), la cual podía comerse inmediatamente o esperar por veinte minutos, tras los cuales obtendría una golosina adicional. Una vez que el niño elegía su preferida, se le sentaba a solas frente a las dos recompensas (la inmediata y la doble) y una campanilla para llamar al investigador en cualquier momento, sin ningún otro objeto o imagen. Si comía la recompensa, si llamaba al investigador o se levantaba de la silla antes de los 20 minutos, perdería la segunda golosina. El famoso experimento dio inicio a diversas investigaciones sobre la importancia del autocontrol para alcanzar las metas de largo plazo, construir relaciones de apoyo mutuo y como una de las aptitudes “maestras” que subyace en la inteligencia emocional, esencial para la construcción de una vida plena (Mischel, 2014).

Desde 1991 autores como W.R. Miller y J. Brown señalaban el autocontrol como una capacidad de autorregulación para llevar a cabo conductas controladoras específicas a fin de alterar la probabilidad de conductas posteriores, tendientes a disminuir o aplazar una conducta previa de mayor probabilidad.

Varios autores se han referido al autocontrol como fuerza de voluntad, Kelly McGonigal en su libro Autocontrol señala que “…la naturaleza humana incluye tanto el yo que quiere una gratificación inmediata, como el yo con un propósito superior, con la fuerza para estar con serenos y tomar decisiones con sabiduría. Las personas que más saben controlarse no están en lucha consigo mismas, sino que han aprendido a aceptar e integrar todo aquello que está en conflicto en su ser” (McGonigal, 2012).

En fechas más recientes Arrieta y Chaverri (2019) proponen una revisión acerca del autocontrol y lo definen como un proceso complejo con tres componentes que permiten su desarrollo y funcionamiento: capacidad inhibitoria, la motivación de una meta relevante a largo plazo y la activación de conductas enfocadas en una meta a largo plazo, de esta dependen sus relaciones con los otros y la forma de enfrentarse a la vida.

Por lo tanto, si queremos que nuestros estudiantes usen la tecnología y obtengan el mayor provecho de ella, debemos incluir el autocontrol, la responsabilidad y el compromiso de una reflexión contante al usar medios o recursos digitales hasta entrenar la mente para ser conscientes sobre nuestras decisiones o poner sobre la mesa lo que implica la industria de la atención y cómo funciona.

Desde 2016 la Unesco ha definido dentro de su Agenda de Educación 2030 las competencias digitales o alfabetización informacional como parte del aprender a hacer. Los medios digitales han llegado para quedarse. Sin embargo, esto va de la mano con el desarrollo de otras habilidades como el actuar de forma autónoma, interactuar en grupos heterogéneos y utilizar herramientas de forma interactiva.

Me preguntó qué tanto nuestros estudiantes lograrán el desarrollo de las habilidades sugeridas por UNESCO, aún más importante, si definen metas a largo plazo, si poseen la fuerza de voluntad suficiente para “desconectarse” y dejar de procrastinar y qué podemos hacer dentro del aula para reflexionar al respecto. Considero que es necesario detenernos a pensar y hablar de esto con nuestros estudiantes.

Para ello, sugiero revisar la propuesta metodológica de Betegón, E., Rodríguez-Medina, J. e Irurtia, M. J. (2019) de la Universidad de Valladolid, Neuroeducación y autocontrol en educación Infantil para la regulación de la conducta y manejo de conductas disruptivas en el aula. Seguramente alguna de sus técnicas podrían ser de utilidad y ajustadas a nuestro contexto escolar particular como docentes.

Al igual que otros temas el autocontrol, la autorregulación, etc. nos demanda prepararnos y estar listos para enfrentar los retos que nos demanda la educación del futuro en la era digital.

REFERENCIAS CONSULTADAS

Arrieta, L.A. y Chaverri, P. (2019). Componentes del autocontrol. Revista Electrónica de Psicología Iztacala 22(2), 1005-1023.

Betegón, E., Urchegui, P., e Irurtia, M. J. (2019). Neuroeducación y Autocontrol: cómo vincular lo que aprendemos con lo que hacemos. Un estudio de caso múltiple en un grupo de Educación Infantil. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 94 (33.3), 307-325.

Instituto Federal de Telecomunicaciones (2018). Estudio cualitativo de consumo de contenidos de radio y televisión por adolescentes. México: IFT. Recuperado de: http://www.ift.org.mx/sites/default/files/contenidogeneral/comunicacion-y-medios/adolescentesradiotvinternet300418_3.pdf

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2018). Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y uso de las Tecnologías de la información en los hogares. México: INEGI. Recuperado de: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2019/OtrTemEcon/ENDUTIH_2018.pdf

Jiménez-Murcia, S., y Martí, J. M. F. (2015). Adicción a las nuevas tecnologías: ¿La epidemia del S. XXI? España: Siglantana.

Mcgonigal, K. (2012). Autocontrol. España: Books4pocket.

Miller W. R. y Brown J. M. (1991). Self regulation as a conceptual basis for the prevention of addictive behaviours. In Heather N., Miller W.R. Greeley J. (Eds.) Self-control and the Addictive Behaviours. Australia: Maxwell Macmillan Publishing.

Mischel, W. (2014). The marshmallow test: Understanding self-control and how to master it. Random House.

Peirano, M. (2019). El enemigo conoce el sistema. España: Penguin Random House.

Statista (2019). Internet usage worldwide – Statistics & Facts. Estados Unidos: Statista. Recuperado de: https://www.statista.com/statistics/282326/number-of-facebook-users-in-mexico/

Unesco, (2016). Habilidades para un mundo cambiante. Aprendizaje y dociencia en la Agenda de Educación 2030. Santiago de Chile.

We are Social (2019). 2019 Digital Yearbook. Londres: We are social. Recuperado de: https://wearesocial.com/global-digital-report-2019 

Mtra. Arlette Motte Nolasco

amotte@posgrado.unam.mx

  • Mtra. en Psicología (Residencia en Evaluación Educativa).

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion