Educar para transformar desde la pedagogía crítica

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Dra. Martha Maricela Galicia Lira

Como directivo de una escuela secundaria pública en Ecatepec de Morelos, Estado de México, soy testigo diario de los múltiples desafíos que enfrentan nuestras comunidades: desigualdad, violencia, deserción escolar y brechas profundas de acceso a oportunidades. Ante este panorama, no podemos seguir educando con métodos que ignoran la realidad social de nuestros estudiantes ni continuar repitiendo prácticas que solo reproducen la pasividad.

En este contexto urgente y vital, la pedagogía crítica no es una opción alternativa, es una necesidad transformadora. No basta con enseñar contenidos ni cumplir programas: debemos educar para que nuestras y nuestros jóvenes se reconozcan como sujetos con voz, historia, dignidad y poder de cambio.

Inspirada en las ideas de Paulo Freire, esta corriente educativa nos recuerda que “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Y es precisamente esa convicción la que debe mover a todo colectivo docente: no enseñar para aprobar exámenes, sino para desarrollar conciencia crítica, empatía, pensamiento autónomo y compromiso social.

Educar desde la pedagogía crítica es un acto de valentía. Significa renunciar al control autoritario para abrir espacio al diálogo, poner la vida cotidiana en el centro del aprendizaje, permitir que los estudiantes analicen su entorno, identifiquen problemas reales y construyan soluciones desde su realidad y saberes. Significa confiar en que ellos y ellas tienen algo que decir, algo que enseñar, y mucho que transformar.

En nuestra escuela lo hemos vivido: cuando los jóvenes se sienten escuchados, cuando participan en proyectos con impacto en la escuela, cuando dialogan sobre sus emociones y sus derechos, algo profundo cambia. Se fortalece su identidad, su autoestima, su compromiso. Dejan de sentirse parte del problema para convertirse en parte de la solución.

Por eso hago un llamado a mis colegas, directivos y docentes: dejemos de enseñar solo para el sistema y empecemos a educar para la vida. Que nuestras escuelas no sean espacios de control, sino de liberación; no sean repeticiones de lo mismo, sino laboratorios de transformación social. Que nuestras aulas se llenen de preguntas, de pensamiento crítico, de reflexión colectiva y, sobre todo, de acción con sentido humano y comunitario.

Transformar la educación es posible. Ya lo estamos haciendo. Pero necesitamos que más se sumen, que más se atrevan, que más decidan educar no para lo que es, sino para lo que puede ser.

La transformación, entonces inicia en las aulas

La transformación social no es una meta utópica ni un ideal inalcanzable: comienza en lo cotidiano, en cada gesto, en cada conversación, en cada decisión pedagógica que se toma en las aulas. Es en la forma en que enseñamos, escuchamos, valoramos la voz del otro y construimos conocimiento donde se juega el futuro de nuestras comunidades.

En la Escuela Secundaria Oficial No. 0439 “Aquiles Serdán”, turno vespertino, ubicada en Jardines de Morelos, en el municipio de Ecatepec de Morelos—una comunidad marcada por altos índices de violencia, adicciones, deserción escolar y descomposición del tejido social—hemos decidido que la escuela no puede ser ajena ni indiferente a esta realidad. Por ello, como colectivo docente apostamos por la pedagogía crítica como eje rector de nuestra acción educativa.

Educar con y desde la realidad

A través de una metodología participativa, dialógica y transformadora, nuestros estudiantes:

  1. Identifican problemáticas sociales locales—como la violencia escolar, el abandono de espacios públicos, la contaminación y los conflictos entre pares—y las reconocen como fenómenos que también impactan su aprendizaje, su bienestar y su convivencia (Matemáticas o Español).
  2. Investigan, dialogan y construyen saberes desde la experiencia: aplican encuestas, organizan foros estudiantiles, observan su entorno y analizan causas y consecuencias. Este proceso los lleva a comprender que tienen voz, pero también responsabilidad.
  3. Diseñan y ejecutan propuestas de mejora, con impacto dentro o fuera de la escuela. Estas iniciativas han evolucionado hasta convertirse en acciones colectivas con participación de docentes, madres y padres de familia, autoridades municipales e incluso organizaciones civiles. La escuela se convierte así en un centro vivo de organización y esperanza comunitaria.
  4. El impacto es tangible: aumenta la participación estudiantil, se reducen los conflictos dentro del plantel, y se fortalece el sentido de pertenencia y comunidad. Los estudiantes ya no se sienten objetos del sistema, sino protagonistas de un proceso de cambio con sentido social y humano.

Una educación que transforma

Lo que ocurre en la Escuela Secundaria “Aquiles Serdán” demuestra que la pedagogía crítica no es un discurso romántico, sino una práctica transformadora posible y necesaria. No requiere grandes inversiones ni estructuras externas, pero sí una profunda convicción ética, un compromiso pedagógico auténtico y una visión colectiva de cambio.

Hoy más que nunca, en tiempos de fragmentación social, violencia normalizada e indiferencia creciente, necesitamos una educación que despierte conciencias, que conecte con la realidad del estudiante y que encienda en él la chispa de la participación y la esperanza.

Educar con sentido crítico es sembrar justicia, solidaridad y autonomía. Es construir ciudadanía desde el respeto y la acción. Y es, sobre todo, creer que otra escuela—y otro mundo—es posible, y que empieza aquí, en el aula, cada día, con cada decisión.

Porque cuando educamos para transformar, también transformamos para educar. Y desde nuestras aulas, por pequeñas que parezcan, podemos contribuir a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y profundamente humana.


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