
Mtro. Diego Isidro Díaz Pérez
La educación en México enfrenta, en la actualidad, una diversidad de retos conformados por situaciones que tienen como fundamento desigualdades estructurales, las cuales son un legado de los paradigmas coloniales y eurocéntricos que han sentado las bases de la producción de exclusiones, sexismo y racismo.
El hecho de incorporar un sentido crítico y comunitario en la educación, en primer lugar, es una forma de mejorar la formación del profesorado; y, en segundo lugar, es un paso hacia la emancipación de los saberes, la creación de epistemologías propias, así como de la construcción de otras sociedades más justas y equitativas.
La decolonialidad y las propuestas feministas latinoamericanas nos ofrecen recursos tanto teóricos como prácticas para repensar, desde otras lógicas y otros lugares, los modelos actuales de la educación formal e informal. Nos invitan a imaginar otra pedagogía, incluyente de las voces y las figuras que históricamente han sido silenciadas como las voces de los pueblos indígenas, las mujeres racializadas y las comunidades afrodescendientes.
Desde el establecimiento del modelo educativo mexicano hasta sus más recientes propuestas, la educación ha girado en torno a perspectivas eurocéntricas y patriarcales que reproducen relaciones de poder discriminatorias al intentar homogeneizar la existencia y la experiencia bajo el ideal europeo blanco, lo cual ha borrado saberes indígenas, afrodescendientes y populares, reafirmando así una concepción única del conocimiento y de la vida.
Los modelos de la educación formal han priorizado la racionalidad instrumental por encima del pensamiento crítico, de la experiencia y de los sentimientos, olvidando las reflexiones más elementales sobre la justicia social, la equidad de género y el “logos” y el “ser” en el territorio mexicano y el latinoamericano.
La perspectiva feminista nos ha demostrado que las desigualdades de género son estructurales y evidentes al tratar de visibilizar las contribuciones históricas de las mujeres en ámbitos como la historia, la ciencia, la cultura, la literatura, entre muchos más.
Hasta hace pocos años era difícil encontrar referentes femeninos en los libros de texto. La ausencia de una pedagogía desde el enfoque de género ha contribuido a reproducir estereotipos de las mujeres, perpetuando las estructuras de dominación. La no existencia de una pedagogía con perspectiva de género ha contribuido a la reproducción de estereotipos y excluyendo las experiencias de las mujeres racializadas.
Una educación con sentido crítico es aquella que cuestiona las estructuras del poder y las pedagogías europeas que perpetúan la desigualdad y el colonialismo epistémico; en este sentido, se debe crear espacios para dialogar de forma horizontal, para reconocer la pluralidad de saberes, conocimientos y experiencias, así como para promover una pedagogía de la pregunta, de la duda. En nuestro contexto mexicano, podría significar la integración de saberes originarios y la promoción de una alfabetización crítica que busque empoderar a nuestras comunidades para cambiar sus realidades.
Considero que el humanismo en la educación no debe ser entendido desde una perspectiva abstracta, europea, universalista, sino desde un enfoque situado de un contexto en particular que a su vez responda a las necesidades humanas de los estudiantes. Una educación humanista, por tanto, debe incorporar el reconocimiento de las luchas feministas, las reivindicaciones de los pueblos originarios y afrodescendientes, y de las problemáticas históricas y actuales del país,
La dimensión comunitaria de la educación es necesaria para romper con la lógica individualista y competitiva que ha impuesto el neoliberalismo. Un modelo educativo basado en la comunidad forma un tejido social y al mismo tiempo, permite la construcción de saberes colectivos. Desde esta lógica, las experiencias de enseñanza popular en nuestro país nos han demostrado que el aprendizaje es más significativo si tiene un sentido y una aplicación en la cotidianidad.
Por otra parte, para superar la lógica individualista y competitiva que promueve el neoliberalismo, es preciso que en la educación exista una esfera comunitaria, una configuración educativa que potencie el tejido social y la forma de construir conocimientos colectivos.
En otras palabras, una educación crítica, humanista y comunitaria es una herramienta clave para la transformación educativa y social en México. Desde una perspectiva decolonial y feminista, es menester replantear los modelos educativos para así ser capaces de derribar las estructuras de dominación, y alcanzar un modelo que entienda el camino hacia la equidad.
Esto implica superar la colonialidad del saber, hacer un recorrido por las epistemologías feministas latinoamericanas y del Caribe, así como colectivizar el aprendizaje. Creo firmemente que es sólo así que se puede seguir construyendo un modelo pedagógico que no sólo forma ciudadanos informados, sino ciudadanos críticos y comprometidos con la justicia social.

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