¡Ahí viene la maestra!

Lic. Gerardo Espartaco Herrera Alba.

Todo el que haya pisado un aula conoce el grito del que hace de campana, centinela o bromista del salón, pero más allá de lo que representan estas figuras solidarias que sacrifican un momento de diversión a favor del relajamiento grupal, su grito de alerta previene y suspende. La autoridad se aproxima.

Dicen que la autoridad se gana y bien es cierto cuando nos referimos a obtener de las personas la voluntad de seguir nuestra voz como docentes cuando aleccionamos y aconsejamos. Se ha de tener la verificación de los alumnos que someten al profe a la prueba de un tiempo no especificado para confirmar si quien se dijo ser lo que dijo que era, lo sigue siendo y no sólo fue una autoridad asignada.

La autoridad asignada se explica por sí misma y es la de inicio: <<Tú vas a ser  la maestra de “tal materia” y vas con el “grupo tal”>> y hasta ahí vamos bien, todos felices y contentos… o resignados. El reto de todo el personal docente es mantener la autoridad o dicho de otro modo trascender la autoridad asignada y ganar en respeto ante los alumnos y si queremos ir más allá, ¿por qué, no? el reconocimiento de nuestros compañeros de oficio.

Entendiendo el orden en el aula como la ausencia de desorden, todo grupo tiende al desarreglo y los alumnos saben medir la paciencia del profesor –no importando el nivel académico-, esto de suma conocido y se dice fácil pero saberlo es una cosa y enfrentarlo es otra o como dicen en Guatemala “No es lo mismo verla venir que venir con ella”.

Cuando nos enfrentamos a un grupo nos enfrentamos a un mundo de mundos, los cuales debemos homogeneizar sin que esto se entienda como llevar a una pérdida de identidad, sino a concienciarles de la importancia de la colaboración en bien de los objetivos del aprendizaje y la unión del grupo por medio del respeto y el trabajo en equipo.  Y se dice pronto, ¿verdad?

Para lo anterior puede haber métodos y propuestas según cada grupo y docente, en este sentido me inclino a pensar que no hay un método universal sino que me atrevo a decir: “el profesor es el método” – claro está que con una idea honesta de la pedagogía, con un didáctica creativa y con cierta experiencia-, y que dependerá del carácter y personalidad de la maestra o del profesor llevar al grupo al orden y mantenerlo así cuando se pueda “salir de madre”. La autoridad pone orden… y se estarán preguntando algunos ¿qué papel juega la disciplina?

La disciplina es un tema extenso y no es la intención de este profe abarcarla, sólo tratarla de soslayo. Así que diré que ésta y el orden van de la mano y es importante para evitar el caos. Vista como un medio y no como un fin, vista como una alternativa de formación básica no sólo para la adquisición de conocimientos sino que también para la formación de las personas. Ahora, ¿cuándo no la hay puede haber orden? Naturalmente.

El orden se impone con un llamado “carácter” o se propone con la personalidad, ambos casos requerirán de más o menos argumentación y por tanto de un convencimiento. Aquí es donde el tener éxito nos lleva al “control de grupo” y puede ser el punto de partida de sumar autoridad junto con el interés que se despierte en el grupo ya entrados en los temas de la asignatura.

Desde luego que el conocimiento de la materia y su trasmisión son fundamentales junto con el cariño que logremos comunicar por nuestra especialidad. Nada como prepara clase con anticipación, se puede ver cuando la autoridad se prepara y consigue salvar imprevistos.

Conseguir todo lo anterior es una labor artística donde el ingenio se hace presente en cada hora-clase que impartimos, los tiempos cambian pero hoy más que nunca se requiere de la autoridad de profesores que sepan ordenar y moderar, reivindicándose como un faro de luz en un mar de poca información académica que se aproxima o mejor dicho ya se encuentra en la tempestad de la sobreinformación.

El tiempo como siempre es relativo; los cambios son repentinos, no obstante, cada uno debe examinar la percepción que tienen de sí los alumnos y sus compañeros docentes. Actuar en consecuencia para ganar de la mejor manera en autoridad.


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