La enseñanza que nos deja el Covid-19.

Dr. Felipe Antonio Fernández Canul.

Eran las 13:30 del 14 de marzo de 2020, cuando en un espacio de televisión, el Secretario de Educación Pública del Gobierno Federal, anuncia que el período de distanciamiento social cubrirá las fechas comprendidas del 20 de marzo al 20 de abril del año en curso, suspendiendo las actividades programadas donde se involucren una cantidad considerable de personas, esta medida como parte de la prevención y propagación del nuevo virus llamado Covid-19.

El lunes 16 de marzo, al llegar a la escuela, la plática entre los compañeros giro en torno a tres momentos, es decir, la noticia fue, en un primer momento, considerada como pérdida de tiempo, en un segundo momento, como una exageración por parte de la autoridades educativas, y en un tercer momento, tormentoso período de 30 días en casa. Durante el transcurso de la semana, se implementaron en la escuela las condiciones emitidas por la SEP.

Llegó el día viernes 20 de marzo, fecha en que daba inicio el período de 30 días para estar en casa. Al llegar en casa, la emoción de estar todos juntos era felicidad, compartir la mesa en el almuerzo, en la cena, ver un programa de televisión, conversar con los hijos, y así transcurrieron los primeros días dentro de la casa, sin embargo, las actividades organizadas se fueron acabando, las ideas también pero la angustia se incrementaba mucho más y las enseñanzas empezaron a tomar sentido.

Como maestro la contingencia me enseñó que, a pesar de las tareas programadas para que los alumnos realicen en casa con ayuda de sus padres, la figura del maestro siempre es relevante en el proceso de enseñanza y aprendizaje por factores como la paciencia hacia ellos y el respeto en su ritmo y estilo de aprender, pero por otra parte, las medidas tomadas por la SEP como alternativa para continuar con el ciclo escolar, el trabajo en línea o bien, portafolio de evidencias, dio cuenta a la necesidad de implementar políticas educativas que versen sobre la realidad escolar, tanto a nivel urbano como a nivel rural ya que, a pesar de estar en el siglo XXI donde supuestamente se acortarían las diferencias entre ambos, siguen permaneciendo y más marcadas en sus oportunidades de crecimiento.

El maestro es y seguirá siendo el puente entre lo que marca el órgano oficial y la realidad escolar, es quien, desde su trinchera es capaz de reorganizar, resignificar y replantear alternativas que fortalezcan el aprendizaje de los alumnos así como sus recursos para su enseñanza.

Por otra parte, estando en casa la enseñanza fue, conocer los miedos de mis hijos, sus sueños, sus ideales, sus formas de apreciar la vida, de disfrutarla y de significarla. Me enseñó la importancia de relacionarme con ellos, de quererlos y amarlos tal cual son, de otra manera hubiese sido difícil, mejor dicho, imposible.

Nuestra presencia en casa, el compartir la mesa, un programa de televisión, un abrazo, un beso y un te quiero, será más significativo para su vida personal que cualquier otra cosa que haya sucedido en estos tiempos; quizá en su momento haya reinado la desesperación, la angustia o la incertidumbre, pero descubrí un motor de esperanza en aquellas miradas que me encerraban un enorme agradecimiento por estar ahí, con ellos. En este sentido, los corazones maltratados por la vida, comenzaron a sanar.

En varias ocasiones, se escucha que los maestros vayan penetrando, dentro de sus comunidades, el cambio social, lo cual esa responsabilidad se asume con mucho compromiso, pero hoy, la contingencia también nos enseñó que en la medida de que se asuma el compromiso conmigo y con los otros, se generarán conductos que contribuyan a  la transformación de la realidad inmediata del ser, de no ser competitivo como sinónimo para aniquilar a los adversarios, mis compañeros, sino al contrario, de poder compartir para crecer juntos, de transformarnos juntos.

Hoy más que nunca, la realidad y la forma de percibir la vida giró 180 grados, quedarnos en casa, como medida preventiva para la propagación del Covid-19, contribuyó a fortalecer la relación con nosotros mismos, a no sentirnos solos y a ser querido por muchos. Más allá de las enseñanzas académicas, que de por sí son muy valiosas, las socio-emocionales contribuyeron a significar más la existencia de sí mismo para con los otros y de los otros para sí mismo. La gran enseñanza es volver a mí y reconocer lo lejos ya estaba de mi punto de origen. Por ello, en la medida en que construyamos juntos un mismo objetivo, en que cada uno aporte y sume, se irá construyendo un nuevo enfoque educativo, una nueva experiencia educativa, un nuevo acontecer, un enfoque al que yo llamo la gran enseñanza, el compartir.

Dr. Felipe Antonio Fernández Canul

felipefernandezcanul@gmail.com

  • Post doctorado en Educación.
  • Especialidad en Evaluación educativa.
  • Doctorado en Educación Humanista.
  • Maestría en Ciencias de la Educación.
  • Licenciado en Educación Primaria.
  • Licenciado en Derecho.
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