Dra. Martha Maricela Galicia Lira
Hablar de educación en México es hablar del pulso de la nación. Cada ciclo escolar abre no sólo las puertas de las aulas, sino también las expectativas de un país que confía en que el conocimiento puede transformar su destino. El primer año de la gestión educativa 2024–2030 ha estado lleno de discursos esperanzadores, promesas de renovación y compromisos de justicia social. El gobierno federal lo presentó como una etapa de transformación educativa, orientada hacia la equidad, la inclusión y el fortalecimiento de la Nueva Escuela Mexicana.
Sin embargo, desde la experiencia cotidiana de las escuelas secundarias—en municipios con alta densidad poblacional como Ecatepec—, la distancia entre la política anunciada y la práctica educativa continúa siendo un desafío visible. En este sentido, la realidad exige una mirada más crítica, más cercana y, sobre todo, más humana.
Durante el periodo 2024–2025, el sector educativo federal canalizó importantes recursos económicos hacia becas, infraestructura y programas de inclusión. De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP, 2025), se invirtieron más de 147 mil millones de pesos en becas e infraestructura escolar, beneficiando a más de 69 mil planteles mediante el programa La Escuela es Nuestra. Estas acciones, en el discurso, buscan reducir desigualdades históricas y mejorar las condiciones materiales de enseñanza. Ciertamente, las cifras parecen alentadoras, pero cabe preguntarse: ¿hasta qué punto estos recursos logran transformar la experiencia cotidiana de docentes y estudiantes?
En el Estado de México, y particularmente en Ecatepec, las inversiones han permitido la rehabilitación de aulas, la dotación de mobiliario y la mejora parcial de servicios básicos. No obstante, en diversas escuelas persisten carencias fundamentales: limitaciones en conectividad, infraestructura deteriorada y ausencia de servicios como agua potable o sanitarios adecuados (La Jornada Estado de México, 2024).
En ese mismo Ecatepec —donde cada aula es un mosaico de historias, desafíos y resiliencias—, la infraestructura recién pintada no siempre se traduce en aprendizaje significativo. La inversión material, aunque necesaria, no garantiza por sí misma la calidad educativa. Muchos planteles aún carecen de servicios esenciales como agua, internet, ventilación adecuada o materiales de laboratorio. La brecha entre el discurso y la realidad continúa siendo evidente.
Por otra parte, los avances son indudables. Programas como La Escuela es Nuestra o las becas Rita Cetina Gutiérrez han beneficiado a miles de estudiantes, permitiendo que más jóvenes permanezcan en las aulas. Sin embargo, mientras los números crecen, también aumentan la reprobación y el abandono escolar. En 2025, más de cuarenta mil alumnos no lograron concluir la secundaria. La pregunta es inevitable: ¿estamos midiendo el éxito por el número de apoyos entregados o por el aprendizaje que realmente ocurre dentro de las escuelas?
Un ejemplo de estas tensiones es la reconversión de escuelas secundarias en bachilleratos vespertinos, con el propósito de ampliar la cobertura de la educación media superior. Esta estrategia, aplicada en municipios del oriente mexiquense, representa una oportunidad para aprovechar la infraestructura existente; sin embargo, su éxito depende de la contratación de personal capacitado, la adecuación de los espacios y la seguridad en los turnos vespertinos (Excélsior, 2025). A la par, esta política revela el debilitamiento de algunas secundarias vespertinas que enfrentan una baja sostenida en matrícula y recursos.
A. El rostro humano de la política educativa
Desde la gestión local en Ecatepec es evidente que los logros institucionales conviven con realidades profundamente desiguales. A pesar de los esfuerzos gubernamentales, en el ciclo 2024–2025 más de 44 mil estudiantes de secundaria no lograron acreditar sus estudios (El Universal, 2025). Este dato interpela la efectividad de los programas implementados y demuestra que el problema educativo no se resuelve únicamente con mayor presupuesto, sino con estrategias pedagógicas contextualizadas y con acompañamiento psicoemocional.
En este proceso, los docentes desempeñan un papel crucial. En Ecatepec, muchos maestros trabajan con recursos limitados, adaptando su práctica para atender grupos numerosos, contextos de vulnerabilidad y problemáticas socioemocionales. Se convierten en orientadores, psicólogos, consejeros y, en muchos casos, en el único apoyo emocional que los adolescentes encuentran. Su compromiso cotidiano sostiene gran parte del funcionamiento del sistema educativo; sin embargo, también enfrentan sobrecarga laboral y escasas oportunidades de formación continua (Mejoredu, 2025), obstáculos que ninguna política pública puede ignorar.
El reto es fortalecer su profesionalización y dotarlos de condiciones dignas que les permitan innovar y atender la diversidad. Por ello, una política educativa verdaderamente transformadora debe mirar más allá de los indicadores. No basta con inaugurar aulas o entregar mobiliario: se requiere fortalecer los vínculos humanos, fomentar comunidades de aprendizaje y garantizar el bienestar integral de los estudiantes. Una escuela reparada físicamente, pero emocionalmente fragmentada, difícilmente cumplirá su función formadora.
La educación no puede entenderse sólo en términos administrativos. No basta con construir aulas si no se construyen también oportunidades reales de aprendizaje. No sirve pintar muros si no se fortalecen las competencias socioemocionales de los jóvenes que habitan dentro de ellos. Una agenda educativa verdaderamente transformadora no se mide en pesos invertidos, sino en vidas que logran cambiar su trayectoria gracias a la escuela.
Ecatepec es, en ese sentido, un espejo de los retos del país: población numerosa, desigualdad social, inseguridad y familias que realizan enormes esfuerzos para mantener a sus hijos estudiando. Pero también es un territorio de esperanza. Cada secundaria donde un alumno se reintegra, cada maestra que adapta su método para llegar a quien más lo necesita, cada familia que participa en la mejora del plantel, representa un pequeño triunfo contra la adversidad.
B. Hacia una transformación educativa con sentido humano
El balance del primer año de la gestión 2024–2030 muestra una paradoja: grandes avances en inversión y cobertura, pero escasos resultados en aprendizaje y permanencia. El desafío radica en pasar del discurso de la transformación a una transformación con sentido, centrada en las personas y en la realidad local.
Desde la perspectiva de la educación secundaria en Ecatepec, se proponen tres líneas de acción prioritarias:
1. Humanizar la política educativa: colocar al estudiante y al docente en el centro de la agenda, fortaleciendo el acompañamiento socioemocional y las estrategias de atención a la diversidad.
2. Fortalecer la formación docente y el liderazgo pedagógico: promover la actualización constante, el intercambio de buenas prácticas y el desarrollo de redes colaborativas entre escuelas.
3. Consolidar una gestión educativa participativa: vincular comunidad, autoridades y familias en procesos de planeación, seguimiento y evaluación, para garantizar que las políticas nacionales respondan a los contextos locales.
Se puede concluir que, el desafío más grande no estáen construir más escuelas, sino en construir escuelas más justas; no en tener más programas, sino en tener programas que realmente transformen vidas; no en presumir cifras, sino en garantizar aprendizajes.
Como directora, pero sobre todo como educadora, considero que este es el momento de replantear el rumbo con una mirada más integral y sensible. Necesitamos políticas que escuchen a los maestros, que acompañen a los estudiantes, que reconozcan la diversidad de contextos y que fortalezcan el sentido humano de la educación.
Porque, al final, el éxito de la agenda 2024–2030 no se medirá en informes ni en presupuestos: se medirá en los ojos de los adolescentes que, al salir de la secundaria, puedan mirar el futuro con esperanza y con herramientas para transformarlo.
El primer año de la agenda educativa 2024–2030 ha dejado lecciones valiosas. México avanza, pero lo hace de manera desigual. Las cifras oficiales muestran un compromiso real con la equidad, pero los pasillos de las escuelas nos recuerdan que la verdadera transformación no se mide en presupuestos, sino en aprendizajes y oportunidades.
La educación, en su sentido más profundo, debe ser un acto de esperanza. En municipios como Ecatepec, donde la adversidad convive con la resiliencia, cada aula es un espacio de reconstrucción social.
Finalmente, si la agenda educativa logra escuchar a sus escuelas, empoderar a sus docentes y reconocer la diversidad de sus estudiantes, entonces sí podremos hablar, con justicia, de una educación verdaderamente transformadora.
Referencias
El Universal. (2025, enero 12). Preocupan datos sobre educación: aumenta reprobación en secundaria. https://www.eluniversal.com.mx/nacion/preocupan-datos-sobre-educacion/
Excélsior. (2025, julio 30). Transformarán secundarias en preparatorias vespertinas en Edomex. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/transformaran-estas-secundarias-en-preparatoria-vespertina-en-edomex/1729838
La Jornada Estado de México. (2024, diciembre 3). Ecatepec realiza entrega de mobiliario e infraestructura educativa. https://lajornadaestadodemexico.com/ecatepec-azucena-cisneros-realiza-entrega-de-mobiliario-e-infraestructura-educativa/
Mejoredu. (2025). Informe sobre los avances y retos de la infraestructura educativa en México 2024–2025. https://www.mejoredu.gob.mx/
Secretaría de Educación Pública [SEP]. (2025, febrero 15). Boletín 6: En 2025 el Gobierno de México invertirá más de 147 mil millones de pesos en becas e infraestructura educativa. https://www.gob.mx/sep/prensa/boletin-6-en-2025-gobierno-de-mexico-invertira-mas-de-147-mmdp-en-becas-e-infraestructura-educativa-mario-delgado

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