Dadme un laboratorio y moveré al mundo

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Mtro. Eduardo Hernández de la Rosa

Así dice una contribución de Bruno Latour. Cuándo la leía, me pareció sin duda bastante sugerente, realista, pero sobre todo revelador. Hoy, a la distancia, todo parece ser más claro. Esta pandemia nos ha permitido tomar en cuenta muchos aprendizajes, sin embargo, en el mundo educativo, nos han quedado varias cosas claras.

Lo primera es ontológica, de acuerdo a Fullat, el ser humano es el único ser que quiere y debe ser educado, eso le da la cualidad de ser educando, pues todos los animales sobre la tierra pueden educarse, desde la perspectiva conductual. Mientras que el ser humano, se debe educar, pues le permite además de pervivir, construir. Sin embargo, ¿qué tanto nos ha enseñado la pandemia? Pienso que una de ellas es que somos finitos, lo invisible como dice Daniel Estrada, “nos tiene en nuestras modernas cuevas”. No nos deja salir, aprendimos que no somos invencibles sobre la tierra, que otros seres reclaman su prevalencia sobre la misma, aún cuando no los veamos.

En este sentido, parece ser que nuestra tecnología no es suficiente, ha transformado el mundo, pero no nos ayuda mucho con nuestros propios efectos, al parecer, la tierra se tomó un respiro. Nos afecta y mucho, de acuerdo a Wallerstein, el sistema mundo, los polos de desarrollo son los más afectados en cuánto a los riesgos, por estar en el centro, sin embargo, en estos polos urbanos, las sociedades occidentalizadas son los que más posibilidades tienen de aplicar paliativos como el HomeOffice, aun cuando llegue a convertirse en el AllDayOffice. No obstante, los que están en la periferia, no cuentan con los recursos necesarios y se ven obligados a exponerse, el hambre nos mueve más que cualquier cosa.

Hemos aprendido, que la educación, si es líquida, que se adapta, pero que no todos estamos preparados para darla y menos para recibirla, el mundo requiere cambios, la incorporación de artefactos tecnológicos inició con el caballo de Troya denominado Smartphone hace más o menos 11 años, sin embargo, hoy es tan necesario como llevar zapatos. Parece ser que la tecnología está en un proceso de amoldamiento a nuestras necesidades. Emergieron cientos de alternativas para enfrentar el terrible proceso trunco de pausar la academia, plataformas, cursos y toda clase de expresiones académicas gratuitas y de prepago inundaron las redes sociales tradicionales, si tradicionales, pronto otras redes menos conocidas, salieron como refugio de las generaciones que no se sentían cómodos frente a un acoso inigualable de procesos formativos.

Aprendimos, que el proceso de confinamiento implica aceptar una realidad que es latente, la del riesgo. La postpandemia, tiene varios rostros y cada uno de ellos se acomodará de acuerdo a las necesidades, algunos serán utópicos, otros más crueles, algunos realistas, otros bizarros, pero las realidades y lo que venga sin duda no será conocido.

En esta pandemia, quienes trabajamos en la educación, aprendimos que no basta una plataforma LMS para mover la educación, implica un ejercicio de voluntad, pasión y organización impresionante para lograr que haya cambios significativos, aprendimos también la importancia de la solidaridad, profesores caminando kilómetros por horas para llevar un poco de educación a quienes fueron olvidados por la tecnología, a quienes no les llegan estas herramientas.

La pandemia, ha sido un ir y venir, nos permite ver quién puede y quién no, quién tiene y a quien le falta. Lo cierto es que, también nos ayudó a ver que el futuro llego, la tecnología ya no está solo en películas como “Volver al futuro”, sino que hoy, los artefactos tecnológicos son parte de nuestras vidas. Especialmente, para todas las instituciones educativas la pandemia nos dijo ¿qué impactos estamos teniendo en nuestras sociedades? Los trabajos no son iguales, el mundo necesita especialistas en atender el riesgo, la incertidumbre y el cambio. La incorporación de nuevas tecnologías para abrir nuevas formas de interpretar la vida.

Aprendimos que lo que realmente debe morir es la desigualdad, aquella irremediable brecha que nos recordaron los organismos internacionales, de acuerdo a la UNESCO en el mundo 826 millones de estudiantes no tienen acceso a una computadora, 706 millones no cuentan con acceso a internet y más de 63 millones de docentes -solo por citar la educación elemental en el mundo- fueron afectados, no solo con despidos, recortes o “descansos”, sino con procesos extenuantes de docencia. Aprendimos que lo que realmente debemos contagiar es la fe, la esperanza y el amor, cada una de ellas necesarias para vivir, compartir y ser solidarios.

La pandemia, nos dejó en claro quiénes son los héroes, quienes son los guerreros, pero, sobre todo, quienes son los necesitados. La pandemia, nos dejó en claro, que la educación implica colaboración, las instituciones educativas iniciaron una comunicación estrecha y dejaron egos de lado, pensando en cómo resolver estas brechas, los ministerios de educación de todo el mundo se preguntaron con los que parecían actuar más rápido cómo hacerle. Aún hoy, la pandemia no tiene un final, los expertos nos dicen que hay que esperar una vacuna, mientras tanto, la vacuna que más nos acomoda es de continuar con voluntad y comprender, que la educación no tiene recetas mágicas, su esencia se da en los millones de personas que aman compartir, aun cuando esto les implique horas extras que apenas son reconocidas con un: “Gracias”. La pandemia, nos dejó claro, que un docente no mueve el mundo, pero cambia vidas. Por lo que hoy más que nunca, nuestro respeto a todos estos guerreros, nuestros docentes, los de CONAFE, rurales, preescolares, primarias, secundarias, bachilleratos, tecnológicos, universitarios, de posgrado. Por eso, aprende de un docente y cambiarás tu vida. Estos fueron algunos aprendizajes de esta pandemia, un recordatorio de nuestra humanidad, la solidaridad y la empatía.  

Mtro. Eduardo Hernández de la Rosa.

eduardo.hernandez@soyuo.mx

  • Maestro en Políticas Públicas para el Desarrollo Social y la Gestión Educativa.
  • Maestro en Análisis Regional por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias Sobre Desarrollo Regional (CIISDER).
  • Licenciado en Ciencias de la Educación en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, graduándose con mención honorífica.

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