“A dos años de la pandemia: reflexiones desde la mirada docente”

Mtra. Karla Rosa Gutiérrez López.

Parece que hubiera sido ayer, todo pasó tan rápido, inmersa en el día a día, mis hijos, el trabajo, la familia, los amigos, tratando de llenar o asimilar, un vacío que se encontraba reciente en mi vida.

De repente, se empezó a escuchar en los medios de difusión, ahora se sabe cómo inicio todo, el primero de diciembre de 2019 se reportó el caso de un hombre de 70 años en China, cayó enfermo por neumonía. Apenas 30 días después, el Hospital Central de Wuhan confirmó que el virus que estaba detrás de esa y otras infecciones era el Síndrome Respiratorio Agudo Grave, SARS por sus siglas en inglés. La noticia se dio de forma oficial el 31 de diciembre, por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo unos días después, el 12 de enero de 2020, China hizo pública la secuencia genética del agente causante de la llamada COVID-19, el SARS-CoV-2.

En ese momento todo habría parecido tan lejano, no se dimensionaba el alcance que tendría a nivel mundial y el impacto que causaría, al grado de cambiar la vida de quienes habitamos este planeta y es que, de diferente modo, a todos nos ha tocado, desde nuestra trinchera, sacar las mejores armas para luchar, seguir adelante y sobrellevar lo que ha ocurrido, a partir del inicio de este fenómeno.

El primer impacto fue muy fuerte, lo desconocido causa temor, sobre todo cuando nuestra vida va de por medio.

El rol de enfermería, durante el inicio de la pandemia, fue indudablemente un pilar muy fuerte que sostuvo a la población, nos tocó, aun con mucho miedo, sacar la casta, ponernos la camiseta y literalmente el traje completo (Equipo de Protección Personal EPP), para salvaguardar la propia y la vida de todos aquellos que han necesitado de los cuidados para salir de esta enfermedad, pues al principio tuvo un mayor índice de mortalidad.

Hemos padecido de horas que parecen interminables, con hambre, sed, sueño, calor, con marcas de la batalla de horas y más horas, jornada tras jornada, dentro del nada agradable y sumamente incómodo, pero vitalmente necesario, Equipo de Protección Personal, para seguir en la lucha, pero siempre con el miedo de contagiarnos y de llevar a casa el virus.

¿Qué si fue terrible? Sin duda lo fue, pero he de decir claramente que estoy muy orgullosa de formar parte de este gremio que, poco a poco, ha ido habituándose y descubriendo que, con los procesos correctos, no sólo salvamos vidas, sino prevenimos más contagios.

Algo que debemos reconocer de igual modo, fue la labor docente, la cual, específicamente en el área de la salud, no sólo va acompañada de la parte teórica, sino que va de la mano con la parte práctica.

Ser docente en enfermería, en tiempos de pandemia, es un verdadero reto que hemos asumido quienes desarrollamos esta ambivalencia. Todos en general tuvimos que hacer uso de las herramientas tecnológicas, para continuar con el aprendizaje en casa, con tal de salvaguardar la integridad de nuestras próximas generaciones.

Pero nos cuestionamos, ¿qué pasaría con la parte práctica?, con la parte más humana de nuestra profesión, la que nace del contacto directo e inmediato con el paciente. En un inicio, esta parte tuvo que tomar un receso y nos tocó, desde la academia, repensar y replantear el actuar docente, para emprender la búsqueda de nuevas estrategias, que favorezcan la calidad en la formación, para brindar un adecuado cuidado de enfermería, de tal forma que nos permitan lograr, a la distancia, que estos jóvenes, muchos de ellos adolescentes, no se sientan solos y no desvirtúen la esencia de lo que es enfermería.

No debemos perder esas ganas de llegar al área hospitalaria y vivir ese momento, en cada inicio de prácticas o servicio social, donde se establece ese contacto único con una mirada cómplice, una palmadita e inclusive alguna  llamada de atención a los jóvenes, para sembrar en ellos la profesionalización y la disciplina, debido a que es en esos momentos en que deben sentir el amor al quehacer enfermero, dignificarse al portar el uniforme, con la frente siempre en alto, pero con las manos siempre listas para proveer, ayudar y brindar un cuidado holístico e individualizado.

La pandemia nos desafió y continúa desafiándonos, en nuestro futuro docente, a buscar nuevos caminos para lograr que esa interacción fuera del aula no se pierda, a pesar de la distancia física. Este escenario nos invitó a redescubrirnos en un nuevo modo de desarrollar el proceso de aprendizaje y una nueva forma de relacionarnos con los contextos, social y familiar, de nuestros estudiantes.

Hoy, las puertas de las casas de nuestros alumnos se han abierto para dejarnos entrar y poder acercarnos aún más al ámbito interno en que ellos viven. A través de las clases en línea, se nos ha abierto la posibilidad de asomarnos a un mundo que desde la escuela física había estado oculto.

Estoy convencida de que, esta experiencia que estamos viviendo, nos hizo pensar más en el futuro de la educación, donde tenemos la oportunidad de volver a lo esencial y reposicionar a nuestros estudiantes en el centro del aprendizaje, donde el que tenga sed de aprender se adecuará a las nuevas modalidades y aplicará nuevas destrezas, porque el que quiere, a pesar de no tener un vigilante enfrente, en este caso el docente, se aplicará para lograr sus objetivos.

Tenemos la oportunidad de reinventarnos como docentes y buscar distintas maneras de innovar en las prácticas pedagógicas, que, en muchos de nosotros, ya venían desgastadas por los años. El contexto mundial de la pandemia, ha transformado las distintas dimensiones de nuestra vida. El mundo de la educación no se ha visto ajeno de estas grandes transformaciones. Ante el cambio y de cara al futuro, tenemos varias opciones: seguir haciendo lo mismo, vivirlo como pura pérdida o aprender de las grandes transformaciones que nuestra sociedad ha vivido fruto de esta crisis sanitaria.

Poco a poco estamos regresando a lo que se llama “La Nueva Normalidad”, donde parte fundamental de la docencia es inculcar el autocuidado, llevar el acompañamiento necesario, para identificar los puntos débiles y atenderlos, pero, sobre todo, contribuir al apoyo emocional, por el impacto tan grande que tuvo en la salud mental de nuestros estudiantes, hijos, familia, compañeros de trabajo y en la sociedad en general, seamos parteaguas en cuidar todos estos aspectos, tener más y mejores armas, para poder sobrellevar todo lo que se nos presente.

A partir de ahora, será necesario contar, de manera permanente, con la tecnología como aliada, no solamente como una herramienta de apoyo, sino como parte esencial, en un nuevo enfoque educativo, orientado al desarrollo de colectividad, conectividad, y adquisición de nuevas habilidades, conocimientos y formas de aprendizaje, para afrontar las problemáticas de un futuro cambiante.


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